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La mafia de los Balcanes supera los 2.000 atracos

Luis Gómez

Dos mil atracos son muchos golpes, son demasiados delitos para la contabilidad de las fuerzas de seguridad, que asisten impotentes a la irresistible actividad de la tropa de los Balcanes, líderes destacados en el robo a empresas en España. De sus componentes se sabe que ninguno ha pasado más de un par de días en la cárcel. No es una banda propiamente dicha, no es una organización delictiva típica. En opinión de la policía y la Guardia Civil, el núcleo de este grupo está formado por policías y militares de la antigua Yugoslavia, originarios en su mayoría de la región de Kosovo. Su organización es militar así como su táctica operativa, y se sospecha que han financiado el Ejército de Liberación de Kosovo. "Actúan con la eficacia de un comando", reconoce un responsable de una empresa privada de seguridad. Asaltan polígonos industriales por toda la geografía nacional: preparan el golpe, actúan de noche, toman el dinero de la caja fuerte, se marchan sin dejar huellas y sin apenas testigos. Todo lo más dejan su firma: un agujero en el techo y el material abandonado con el que han efectuado el robo. Porque no suelen emplearlo más de una vez. Lo que fueron 10 atracos en el año 1995 y 25 en 1996 pasaron a ser 160 en 1997, 626 en 1998 y nada menos que 918 el pasado año. A estas alturas han superado ya los 2.000 atracos. Una auténtica epidemia.Hace apenas dos semanas, el delegado del Gobierno en Valencia convocó a las organizaciones empresariales de la comunidad para pedir su colaboración. "No queríamos sembrar la alarma. Les habíamos enviado una circular a los empresarios, pero nos daba la sensación de que hacía falta algo más", recuerda Carlos González Cepeda, "porque habíamos observado un importante aumento de asaltos a polígonos industriales a partir del pasado verano. Era una cifra muy significativa, que empezó primero por Valencia y luego continuó por Alicante. Todos ellos eran atracos que reunían características similares: se hacían de noche, entraban por el tejado, robaban las cajas fuertes, acciones muy profesionales. Era necesario que los empresarios se lo tomaran en serio, que adoptaran algunas mínimas normas de vigilancia, que colaboraran con las fuerzas de seguridad". Así se deduce también de una instrucción del subdelegado del Gobierno en Castellón dirigida a las empresas que habla de "frecuentes robos" y de la necesidad de plantear una "estrategia global" para prevenirlos.

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Era el inequívoco sello de la tropa de los Balcanes, formada por apenas medio millar de hombres y mujeres procedentes de la antigua Yugoslavia. Viven en varios puntos de España, preferentemente en Madrid, Tarragona, Valladolid, Galicia y Levante. Se desplazan por toda la geografía nacional para dar sus golpes de mano. Es gente aparentemente integrada, que habita pisos alquilados, viste ropa de marca, disfruta de un buen nivel de vida, se rodea de buenos coches y, en algunos casos, están casados con españolas. Demuestran una buena preparación física al servicio de una táctica militar. Dominan sin problemas el castellano y no tienen una actividad lícita conocida. Se dedican a robar, saben cómo hacerlo y, sobre todo, evitan cualquier riesgo: no suelen llevar armas, no prestan resistencia a la autoridad si son sorprendidos en una acción. Asesorados por unos despachos de abogados, saben hasta dónde alcanza la ley. Si se les detiene, se les acusará de tentativa de robo y quedarán en libertad provisional.

En los ficheros constan unas 300 fotos de miembros de estos grupos. La policía puso en marcha dos operaciones contra ellos, Balcanes I (el 12 de noviembre de 1996 con 46 detenciones) y Balcanes II (en 1997 con unos 90 detenidos entre Madrid, Barcelona y Alemania), y actualmente está en vigor Balcanes III. Pero las detenciones no han ofrecido resultado, ni han mermado su alta productividad, a la vista de las estadísticas. Se ha tratado de un simple hostigamiento.

Su modus operandi no ofrece duda alguna. Utilizan para sus acciones coches alquilados, preferentemente de la marca Citroën (Xantia o Xsara) o Seat Córdoba y una gran variedad de teléfonos móviles con tarjeta prepago. Si se trata de acciones rápidas, de ida y vuelta, se alojan en hoteles u hostales; si el trabajo es de más larga duración, alquilan pisos. Compran los utensilios que van a utilizar en el robo (mazas, patas de cabra, hachas, radiales, linternas...) en una gran superficie, normalmente el día previo al golpe. Luego, los abandonarán en el escenario del delito, para que no se pueda relacionar un golpe con otro por las huellas que dejen dichos objetos. Visten monos oscuros, pasamontañas, guantes y calzado deportivo. En ocasiones, protegen su calzado con fundas de quirófano. Entran por el techo, porque saben que es la parte más débil de una nave. Utilizan sogas. No fuerzan las puertas: hacen agujeros hasta que llegan al objetivo.

El trabajo está perfectamente estructurado. Unos alquilan, otros han hecho el trabajo de información y unos terceros son quienes efectúan el golpe. Usan preferentemente carnés de identidad italianos, de fácil obtención porque los expiden los ayuntamientos en Italia, donde se han hecho con muchos soportes en blanco. "Otros han conseguido certificados de refugiado político en España e incluso los han falsificado", dice la Guardia Civil.

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Las alarmas no parecen ser un obstáculo, porque demuestran conocimiento previo del objetivo. Conocen generalmente dónde están los cajetines que las conectan con la red. El uso de alarmas por radio ha dado algún resultado, pero también se sabe que están comenzando a usar visores nocturnos y desactivadores de alarmas, además de otro material más sofisticado, otra prueba de su competencia técnica.

Organigrama

Cada uno suele llevar varios teléfonos móviles: se comunican frecuentemente entre ellos, pero nunca repiten las llamadas de un mismo móvil a otro. Por los listados de sus llamadas, ha resultado imposible hasta el momento establecer cómo es su organigrama. Y ése es uno de los verdaderos problemas: la policía desconoce quiénes son los responsables. "Está claro que tendrán un jefe de zona y un jefe de grupo y, a su vez, un jefe en España, como lo tienen en Francia, Italia o Alemania, porque se trata de un problema a escala europea", explica un capitán de la Guardia Civil, "pero desconocemos la identidad de esos mandos". Precisamente, la falta de identificación de un jefe dificulta que se trate a este grupo como una banda organizada para que el caso pase a ser competencia de la Audiencia Nacional y que ello permita poner más medios para combatirlos. Una fuente policial resta importancia a su carácter militar. "Creemos que con el paso del tiempo y las facilidades que encuentran a su paso están empezando a actuar por libre y sin tanta estructura. Saben simplemente que es fácil robar. Muchos de ellos se sienten jóvenes y no piensan en otra cosa. Y así les va bien".

"Sabemos que han hecho algunos robos en cajeros automáticos. Como descubran una forma sencilla de abrirlos, nos iremos preparando. Porque sabrán cuándo hay más dinero y habrán entrenado concienzudamente la operación", comenta un directivo de una empresa de seguridad, quien añade: "Han dado ya algún golpe a las lanzaderas [camiones que utilizan las empresas de mensajería] en las carreteras. A pesar de que recomendamos a los empresarios no utilizar ese medio para enviar dinero, lo hacen y ellos demuestran que lo saben, porque han dado buenos golpes".

Se saben vigilados. Pero no se ocultan. En Madrid es fácil identificarlos. Se mueven por Antonio López y Marqués de Vadillo. Se dejan ver, se muestran extrovertidos, tanto si acuden al bar La Parada como cuando echan unas partidas bien surtidas de dinero en una terraza cercana. Por allí de vez en cuando se puede ver a alguno de ellos escayolado, secuela de alguna caída tras un atraco. "Un día observé que se juntaron varios en torno a uno de ellos. Y se cuadraron ante él. ¡Se pusieron firmes! Está claro que debía ser un jefe", recuerda un guardia civil. O mejor dicho: sería un oficial. Porque no, no son una banda cualquiera.

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