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LA NUEVA SITUACIÓN EN EUSKADI

El partido de Arzalluz y ETA luchan por la hegemonía en el nacionalismo vasco

"El PNV está muy afectado", reconoce sin tapujos un militante al tratar de describir el estado de ánimo con el que su partido ha recibido la exhibición pública realizada por ETA con el serial de las actas y papeles publicado por su diario afín, Gara, sobre las conversaciones y pactos entre las fuerzas abertzales. La iniciativa de ETA ha caído como una bomba en los dos partidos del nacionalismo moderado. La cuestión consiste, sin embargo, en conocer qué propósitos tenía la banda terrorista al dar ahora este paso. PNV y ETA están luchando abiertamente por lograr la hegemonía en el nacionalismo radical.

Desde diferentes ámbitos nacionalistas se coincide en admitir que dos poderosas razones se esconden tras el gesto etarra. Por un lado, la de consumo interno: la necesidad de explicarse entre su gente, que no ha comprendido la radicalización de la izquierda abertzale y el retorno de ETA a la violencia. Por otro, han creído ver precisamente en esta radicalización que le ha llevado a dar por superada esta etapa del pacto secreto una respuesta de ETA al pulso del PNV por mantener la hegemonía del proyecto nacionalista desde el pacto de Lizarra.Las actas publicadas reflejan de forma reiterada la pugna soterrada que mantienen desde siempre ETA y el PNV por el control de las posiciones de HB, a quien el PNV le exige autonomía e independencia de los terroristas. Esta renuncia de la estrategia político-militar impuesta por ETA sólo se podría producir desde una escisión en la izquierda radical que el PNV ha perseguido con fruición, especialmente durante los primeros años de esta década, hasta ahora sin éxito, y explica la desconfianza y hasta la crueldad con la que ETA ha tratado a los peneuvistas estos días, a pesar incluso de la aproximación de las posiciones que supuso Lizarra.

En todas las intervenciones del PNV que se recogen en los papeles transcritos por Gara, el partido nacionalista ha exigido a ETA la presencia de HB como interlocutora política en las conversaciones sobre el modelo soberanista y sus ritmos de aplicación. Pese a no haber conseguido resultado alguno, el PNV sigue manteniendo una reiterada y tozuda estrategia de dejar claro que "va a continuar sentándose con HB en toda mesa de diálogo para dejar bien claro que quien abandona Lizarra es precisamente ETA. Se trata de segregar HB de los terroristas, por lo que hace una constante denuncia de la tutela de la organización sobre el proceso", explica un peneuvista.

Este pulso, que se esconde tras la actitud del PNV, lo reconoce ETA en sus actas y no deja de ser un temor que esgrime como argumento para no aceptar las condiciones impuestas por PNV y EA para el pacto de 1998. "Está claro que existía la intención de ganar tiempo al entrar en un proceso de propuesta-contrapropuesta para concretar el acuerdo, mientras que durante ese tiempo podrían presionar política-policialmente a la izquierda abertzale", decía el acta de ETA.

Alto el fuego

"El PNV buscaba una situación de alto el fuego de facto cuando anunció a los miembros de HB que firmaría la propuesta de ETA, para intentar atraer así a HB a su forma de hacer política. Mientras que en la fórmula propuesta por ETA el problema para quienes suscribían el acuerdo consistía en que HB, con las manos libres, podría imprimir un ritmo creciente en el nuevo camino abierto", decía ETA al explicar la diferente forma de entender cada uno la recién estrenada autonomía de HB.

La permanencia del PNV y EA en Lizarra y el giro que imprimieron a Udalbiltza -la asamblea de municipios vascos en Francia y España- al proclamar desde su seno -los 5 votos del PNV y EA a favor y los 3 de EH en contra- que "la construcción nacional y la violencia son incompatibles", obedecen a esta estrategia de desgaste de la izquierda abertzale con la intención de agudizar sus contradicciones porque son conscientes de que el ciclo de la violencia política ha caducado.

Una actitud que no deja de levantar recelos en los sectores peneuvistas más escépticos. Éstos explican que este comportamiento continuista de su partido obedece al hecho de que "reconocer que el intento de Lizarra ha terminado significaría que sus promotores tendrían que marcharse". Sin embargo, estos medios descartan cualquier posición crítica a la actitud oficial. "Los disidentes van a aguantar", afirman, a pesar de estar convencidos de que su partido busca un "mínimo común denominador" con ETA que pueda dar paso a una nueva tregua. Y se quejan de que no haya reflexión interna para saber hasta dónde se debería llegar. El PNV necesita salvar la gobernabilidad del país y mantener al lehendakari, Juan José Ibarretxe, durante este tiempo sin que se sienta en una posición demasiado débil, lo cual explicaría los apoyos públicos y las alusiones a su firmeza realizadas recientemente por el presidente del partido, Xabier Arzalluz.

Confrontación directa

En otros medios, también nacionalistas, la actitud de ETA se interpreta como la reivindicación de su papel dirigente y de vanguardia dentro de la izquierda abertzale ante el pulso lanzado por los nacionalistas desde dentro de Lizarra. "Ha tratado de demostrar que a la vez que ejerce la tutela, su objetivo es llevar a HB al poder y no va a cejar para ello en mantener una confrontación directa con el PP, aunque represente un desastre para el PNV, al que quiere obligar a perder el centrismo que siempre le ha caracterizado", afirma un militante del PNV.

Otros creen que con esta radicalización a la que ETA está llevando a la izquierda abertzale, la banda persigue que el PNV pierda el poder, incluso a costa de que lo gane el PP y que Jaime Mayor Oreja sea lehendakari. Desde esta lógica, al perder el poder en Vitoria, el PNV que no ha conocido otra posición que la de gobernar, tomaría una opción soberanista.

En todos los medios consultados se coincide en interpretar que el gesto de ETA conlleva un claro mensaje para el PNV: "La paz va para largo".

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