Baile de altos cargos
Dos parecen haber sido los criterios combinados para los nombramientos de los altos cargos aprobados ayer por el Gobierno: dar a los nuevos ministros la oportunidad de formar sus propios equipos y reducir al mínimo el número de agraviados. La resultante es mucho traslado horizontal y escasas incorporaciones.Es lógico que, tras la mayoría absoluta, Aznar mantuviera las líneas maestras de su Gobierno, con algunos retoques, y también que ese factor de continuidad se traslade ahora a los segundos niveles. En algunos casos, son los hombres del propio Aznar -los que trabajaron en su Gabinete en la primera legislatura popular- los que se han incorporado a la estructura orgánica de los departamentos ministeriales. En otros da la impresión de que no se ha buscado la persona para la función, sino que se han adaptado las funciones a los perfiles de las personas elegidas.
De los 48 altos cargos nombrados ayer (entre ellos 18 secretarios de Estado), 22 cambian de ministerio y 16 siguen en el que estaban; hay diez incorporaciones netas y otras tantas bajas. De los que salen, el caso más notable es el de Elena Pisonero, que pasa de ministra in pectore a ciudadana particular, pese a su reconocido buen hacer en los puestos que ocupó en el Ministerio de Economía y Hacienda. El resto había anticipado en su mayoría su decisón de cambiar de actividad. Un nombramiento significativo es el de Iñaki Astarloa -letrado mayor del Congreso en tiempos del socialista Félix Pons, y antes, del Parlamento vasco- como subsecretario de Justicia, ministerio en el que se ha hecho hueco como número dos a José María Michavilla, persona próxima a Aznar; condición compartida también por Miguel Ángel Cortés, que pasa de Cultura a Exteriores. En resumen, continuidad con baile de destinos, escasos damnificados y limitada promoción dentro de un mismo ministerio: tan sólo un ministro, Aparicio, se rodó como alto cargo en su actual departamento.