Negocio y cultura, el difícil equilibrio
El Salón del Cómic alcanza este año su mayoría de edad. Para su actual directora, Pilar Gutiérrez, este hecho es un claro síntoma de que sus bases son sólidas y el futuro está asegurado. La misma opinión comparten los difererentes directores que han llevado sus riendas desde que, en 1988, el salón abandonara el amparo de la Fira de Mostres y su organización pasara a manos del entonces recién creado Ficomic. Nadie cuestiona la necesidad de la pervivencia del salón, que califican como el más importante de cuantos se celebran en España y la única cita estable en Cataluña para el intercambio entre los profesionales del sector y el encuentro con el público. Sin embargo, los antiguos directores detectan algunas carencias, que sitúan en diferentes frentes pero, especialmente, en la primacía de los aspectos comerciales por encima de los culturales y en la falta de proyección internacional."Se critica mucho este desequilibrio entre comercio y cultura, pero lo cierto es que el área comercial es la zona con más éxito", señala de entrada Pilar Gutiérrez. Para Toni Guiralt, que dirigió el salón en 1994, este perfil de negocio debería ser compatible con otro tipo de iniciativas más encaminadas a la promoción. "Como feria comercial, el salón está consolidado, y lo demuestran los miles de personas que cada año lo visitan, muchas de las cuales no son lectores habituales de cómic. Me parece bien este modelo, pero paralelamente debería funcionar como un foco de discusión, para debatir problemas entre los profesionales y hacer promoción entre el público", añade.
Joan Navarro, al frente del salón entre 1988 y 1993, es más crítico en su reflexión. "Creo que se ha quedado un tanto asfixiado en un modelo demasiado repetitivo, y se han perdido bastante los objetivos iniciales".
Editores extranjeros
En su opinión, se ha desdibujado el intento inicial "de potenciar la idea de que Barcelona era un centro de negocio internacional del cómic. Debía ser como una pequeña feria de muestras de compra venta de derechos de autor, y sólo se consiguió los primeros años, cuando se logró una gran presencia de editores internacionales". En desagravio del actual equipo directivo, apunta que "la culpa no es exclusivamente de la organización del salón, porque la industria del cómic ha disminuido y hay menos producciones".
Tampoco le achaca otra de las carencias que detecta en el actual esquema: "El salón debería servir para promocionar a los autores a través de iniciativas culturales como grandes exposiciones y mesas redondas, pero la verdad es que hay un problema técnico porque en Barcelona no hay espacios con las dimensiones suficientes para albergar exhibiciones de gran volumen. La estación de Francia es pequeña e incómoda". Sin embargo, sí atribuye una gran responsabilidad a Ficòmic en lo que considera una parálisis en las iniciativas a favor del sector. "Cuando se creó, debía ser un embrión cultural del mundo del cómic, debía impulsar la itinerancia de exposiciones y realizar una labor de promoción durante el año, como también poner las bases de una biblioteca y un museo del cómic. Todo esto ha quedado en agua de borrajas", afirma, y habla de un problema de "burocratización" en la entidad.
Jordi Sánchez Navarro, director entre 1997 y 1998, es también partidario de un incremento de la vertiente cultural, pero ubica en otro frente la problemática del salón. "Creo que está demasiado ligado al funcionamiento cotidiano de la industria del cómic", dice. Y se explica: "El salón refleja la lucha de intereses en el sector, los problemas gremialistas y de competencia diaria, y hay empresas que anteponen sus intereses a los del propio salón". En su opinión, la situación ideal sería la independencia entre el equipo directivo y la profesión. "El salón está bien, pero tal y como está planteado actualmente, su modelo no puede evolucionar, es el mismo de siempre. Para ver si es posible otro modelo, se debería hacer una reflexión sobre el papel de la industria y el del salón". Aunque es también partidario de un incremento de la vertiente cultural, durante su etapa como director aprendió que el público es muy poco receptivo a los debates, conferencias y propuestas de reflexión. "La gente está más pendiente de comprar, de ver a los amigos y hacer contactos. La reflexión es necesaria, pero tal vez debería hacerse al margen del salón, porque como parte de la programación de éste, pierde notoriedad", añade.
Entre los más satisfechos sobre el actual modelo de Salón del Cómic figura Carles Santamaría, su director entre 1995 y 1996. Él cree que las críticas a la falta de dimensión cultural no son realistas "porque la mayor parte del presupuesto se invierte en exposiciones, que luego itineran por España, y mesas redondas". "Yo creo que las exposiciones son interesantes, pero lo que busca cualquier aficionado al cómic es la novedad", aclara. Santamaría reconoce la falta de proyección internacional "que se arrastra desde los inicios del salón" pero, al igual que sus compañeros, destaca la dificultad de competir con citas como Angulema o ferias genéricas del libro, especialmente Francfort y Bolonia, donde se materializan la mayor parte de contratos de edición.
En cuanto al futuro, la opinión general apunta a una continuidad del modelo actual, con algunas modificaciones propiciadas por el acceso a nuevos públicos y la introducción de las nuevas tecnologías. "El lector adulto de cómic ha desaparecido, y no es lo mismo dirigirse a un público de cierta edad que a uno joven", señala Sánchez Navarro. Santamaría cree que "las nuevas generaciones, adictas a Internet, marcarán la evolución, porque tal vez el cómic deba cambiar el soporte de papel por el soporte digital en la red, y esto es algo que los editores deberán plantearse".
Atención ciudadana
Para Joan Navarro, "tal y como está la situación del cómic actualmente, el salón no debe desaparecer porque es la única ocasión al año en que los medios de comunicación hablan de él, hay una atención ciudadana hacia el cómic y se produce el encuentro entre profesionales que habitualmente no se reúnen. Además, es la única ocasión en que toda la producción de cómic se pone al alcance del público".
Pilar Gutiérrez, que trabaja con un presupuesto de 54 millones de pesetas (contando las subvenciones de la Generalitat y el Ministerio de Cultura; "sin las cuales no podríamos trabajar", explica), expresa su deseo de "poder celebrar muchos 18 años más".
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