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Una responsabilidad compartida

El momento actual, tránsito entre siglos y antesala de las transformaciones de una sociedad posindustrial a otra del conocimiento, es propicio para plantear algunas reflexiones que por aventuradas puedan escapar de la coyuntura de este Primero de Mayo.El mundo del trabajo ha conseguido grandes logros cuya consolidación ha servido para asentar la democracia en muchos casos y para conseguirla en otros -un ejemplo de ello es nuestro país-. El arraigo de las libertades en la democracia española ha estado durante mucho tiempo en deuda con el mundo del trabajo. Su valor y su participación en momentos críticos han servido para consolidar un proyecto difícil de imaginar hace 25 años.

Ahora, sin embargo, hemos de situarnos en el presente y en nuestra Comunidad para plasmar las nuevas coordenadas sobre las que se desarrollará el futuro más inmediato. Todos, hombres y mujeres, vamos a trabajar. Estamos en condiciones, por primera vez en nuestra reciente historia democrática, de cumplir el precepto constitucional de que todos y todas tienen derecho a un trabajo, es decir, la posibilidad de conseguir el pleno empleo. Un trabajo que, en palabras de Victor Hugo, «no puede ser una ley sin ser antes un derecho».

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Conseguir el pleno empleo es un desafío importante para nuestra sociedad, aunque el verdadero reto consiste en alcanzar el pleno empleo saludable y seguro. Y en esta tarea, nadie puede escurrir el bulto, ni los sindicatos, ni los empresarios, ni el mundo de la enseñanza ni el de los medios de comunicación. La seguridad nos atañe a todos. Los empresarios y los sindicatos deberán formar a sus trabajadores a través de los acuerdos firmados con el Gobierno valenciano. La administración, por su parte, entre otras medidas, a través del Plan 2000 de Actuación Preferente, está empeñada en aumentar la seguridad de los trabajadores.

El movimiento sindical, por su parte, ha tenido varios momentos de esplendor a lo largo de la historia y ha estado siempre presente en ella. Su momento de máximo apogeo se sitúa en el largo período de industrialización: cuando los obreros pasan a ser asalariados y se concentran en grandes centros de trabajo. El concepto de solidaridad adquiere carta de naturaleza. No puede entenderse el movimiento sindical sin una lucha constante por la solidaridad como premisa para el desarrollo del ser humano.

El individuo, sin embargo, ha ido ganando espacios de autonomía. El ser humano, en su legítima capacidad por ganar cotas de libertad, sin abandonar su posición como persona socializada, empieza a tomar iniciativas que refuerzan precisamente su sentido solidario: movimientos por la paz, altruismo y otros.

Por otra parte, se abren puertas a nuevas formas de organización, en contraste con la cultura taylorista que imperaba en las manufacturas. Cada vez es más frecuente fidelizar a los trabajadores mediante la participación en los ámbitos de decisión. Este proceso cargado de complejidad y de interdependencias invalida en parte los métodos tradicionales de organización, tanto para las empresas como para los trabajadores.

El mundo laboral actual tiene abiertos varios frentes: las bajas tasas de natalidad, la inmigración y, por tanto, el sistema de pensiones; el pleno empleo y las necesidades de mano de obra sectorializada; la salud laboral; el autoemprendedor y sus relaciones con el mundo sindical; las necesidades de mano de obra especializada y abierta al cambio; la introducción de las nuevas tecnologías y su repercusión sobre la distribución del tiempo. Son muchos los debates abiertos en el presente y que seguramente tendrán su continuidad en los próximos años.

La Generalitat, consciente de los retos de este tránsito de siglo y de que los grandes cambios económicos y sociales comportan un inicial escepticismo o miedo a lo desconocido, ha impulsado, con la creación de la Conselleria de Empleo, un debate en el que focalizar los temas referentes al empleo. Los trabajadores y los empresarios tienen mucho que decir y hacer en este debate. El modelo de diálogo impulsado desde la Presidencia de la Generalitat, basado en la premisa básica de la discrepancia que busca la concertación, es la mejor arma para ampliar el renovado edificio social. Diálogo y concertación, que también obligan a ampliar la cuota de responsabilidad de cada uno de los agentes que intervienen en él. La sociedad valenciana y, especialmente, los trabajadores y empresarios, nos pedirán responsabilidades a todos. Y todos las debemos asumir en nuestros respectivos ámbitos.

La labor conjunta que entre sindicatos, empresarios y Generalitat Valenciana se viene desarrollando en atención de las demandas y necesidades de los trabajadores atraviesa un momento que invita a continuar trabajando en la misma dirección. La suma de esfuerzos es una garantía en la búsqueda de soluciones y consecución de objetivos comunes.

Rafael Blasco es consejero de Empleo de la Generalitat

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