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Tribuna
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Cuaderno

En el principio, fue el cuaderno. El cuaderno tenía las pastas de añil y el universo plano y frío de la posmodernidad, cifrado en sus páginas. Pero aún habían de transcurrir 45 días con sus noches, antes de que el cuaderno se hiciera tripas y habitara en La Moncloa. En la crónica general, se recordará la creación de un nuevo orden. En un principio, su divinidad hizo a los ministros y sus carteras, de los más diversos y oscuros lodos, a su imagen y semejanza; luego, a los secretarios de Estado y directores generales; más tarde, a las aves, peces y plantas de jardinería; y por último, hizo a los votantes. A los votantes les dijo: Un día de cada cuatro años, me adoraréis en las urnas, el resto os disolveréis en el pensamiento único y allí permaneceréis, en la obediencia y la alabanza de los bienes materiales, de las pensiones y del euro evanescente. Y solo entonces, contempló su divinidad que lo hecho no solo era bueno, sino muy oportuno para sus intereses.Pero las narraciones cosmogónicas omiten fragmentos del cuaderno de pastas de añil. De ese cuaderno su divinidad articuló un juego de sorpresas, prestidigitación y risas, pero también de lágrimas, sobresaltos y patetismo. Porque en el supremo acto de la creación, se perpetró el holocausto de los más rancios principios y valores, en favor de unas insolventes apariencias. A lo largo de esos 45 días con sus noches, el cuaderno de pastas de añil ha sido un instrumento de tortura, para los aspirantes a una ración de la tarta del poder. Lejos, en el espacio donde se perpetúa la apatía y el conformismo más irresponsable, el votante con la conciencia bajo cero, firmó la abdicación de su propia comparecencia cívica.

Ahora, el cuaderno de pastas de añil es una pieza de coleccionismo. Aunque no tenga la aventura del cuaderno de bitácora; ni la aritmética del cuaderno de millones de la Mesta; ni el pensamiento del cuaderno de la cárcel de Gramsci; ni la inocencia del cuaderno escolar. Si bien es muy probable que tenga toda la improcedencia de ciertos apaños, aún no revelados. Y eso vale otra pasta.

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