Las pistas
Celia Villalobos ha culminado su viaje. En tres lustros ha pasado de niña de los ojos de Manuel Fraga y su Alianza Popular al altar centrista del PP de José María Aznar y sin necesidad de renunciar a la minifalda. La nueva ministra de Sanidad facilitó signos de su destino pero los pitonisos no interpretaron las señales. No ocultó su obsesión por lucir en las mejores galas trajes de aséptico color verde, pero lejos de deducir una pasión por los quirófanos inferimos de esa constancia sus innegables aspiraciones por llegar a Medio Ambiente. Sin embargo, cada vez más hablaba en privado de su hermano, que es médico, y demostró que conoce el terreno cuando extirpó con bisturí ajeno del corazón andaluz de su partido al cardiólogo José Manuel Gómez Angulo, un ex parlamentario que podía merodear por los aledaños de esa anhelada cartera.Además, en la reciente campaña electoral, la todavía alcaldesa de Málaga, como era su costumbre, llegó tarde a una cita, y explicó que la causa de la impuntualidad se debía a una inesperada conversación telefónica con el ministro José Manuel Romay Beccaría a cuenta de la protesta ante el Ayuntamiento de un grupo de estudiantes de Medicina, preocupados por el devenir de las plazas de especialistas. La explicación coló y no se dedujo la evidencia: había comenzado con su antecesor el traspaso de poderes. En sus cinco años de mandato incluso esbozó las líneas maestras de lo que ahora será su acción de gobierno, sin que se percatara un solo avispado: las listas de espera y la reducción del gasto farmacéutico. No podían imaginar el presidente de la Audiencia Manuel Torres Vela, que abandonó desairado la antesala del despacho de la edil, hastiado de la tardanza en recibirle, y Antonio Morales, al frente de ese nido de rojos que es el Ateneo, cuando ni siquiera alcanzó el aposento municipal tras dos años de petición de la audiencia, que eran conejillos de indias en una causa nacional. Una gestión empírica en la que halló la fórmula para eliminar el medicamentazo: construyó tres centros deportivos para que amas de casas y jubilados dejen de atosigar los ambulatorios, acuciados por la soledad, y recuperen la felicidad gracias a la gimnasia y el aeróbic. Por más pistas que ofreció nadie auguró que Villalobos ya cuidaba de la salud de los españoles. No se podrá afirmar que ha llegado un yankee a la corte del Rey Arturo.
