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Estafas telefónicas

En la medida en que el teléfono se está convirtiendo en el gran medio de comunicación y de negocios, también está pasando a ser un descomunal ámbito para estafas de lo más variopintas. Desaprensivos de todo tipo operan hoy en las redes telefónicas con la misma desfachatez que los asaltadores de caminos de antaño. Haciéndose pasar por técnicos de Telefónica, llaman a un domicilio cualquiera con el pretexto de realizar una supuesta verificación. Piden al usuario incauto que marque determinados dígitos. Y acaban convirtiendo su número en una centralita por la que desvían llamadas y despluman al ingenuo.Fraudes claramente delictivos como estos son moneda corriente, aunque luego solamente se detenga a los estafadores cuando la víctima es la compañía y rara vez cuando es un usuario de a pie. Pero también hay otras martingalas que aparecen revestidas de un manto de legalidad bajo el que se esconde la mano furtiva. ¿Cómo hay que calificar la programación por defecto de los teléfonos para que se conecte un contestador cuando nadie descuelga el aparato o está en situación de llamada en espera?

Sin embargo, el mayor fraude de todos, el más peligroso, es la estafa a las libertades democráticas que se está tejiendo a través del hilo telefónico. Miembros del grupo de trabajo de libertades e informática de la Asociación Pro Derechos Humanos (APDH) han hecho sonar las alarmas a través de Internet. Desde hace aproximadamente un mes, Telefónica está remitiendo junto a la factura habitual una inquietante circular sin fecha que muchos habremos tirado a la basura confundida entre la publicidad. En ella explica, que "sus datos personales de contratación junto a los obtenidos durante la vigencia del contrato, están incorporados en ficheros automatizados, titularidad de esta empresa". Y más adelante añade "Telefónica de España solicita su consentimiento para tratar, junto con los datos personales que Vd. nos ha facilitado, los datos de facturación económica". Lo que significa que la compañía puede analizar los datos de los usuarios para saber desde las horas en las que está en casa (llamadas salientes) y en las que no (entrantes no contestadas) hasta su afición a los teléfonos eróticos, a determinado portal de Internet, la frecuencia de sus contactos con una iglesia, con una entidad bancaria, con un sindicato o con un partido político.

No acaba aquí el escándalo. En el último párrafo de la desalmada carta, Telefónica advierte al usuario de que "si no desea que este tratamiento se produzca, puede comunicárnoslo dirigiendo un escrito a la anterior dirección , significándole que , conforme a la legislación vigente, si no recibimos noticias suyas en el plazo de un mes, entenderemos otorgado su consentimiento que, en todo caso, podrá revocar en cualquier momento". Es decir, que Telefónica nos hace saber que si no manifestamos lo contrario renunciamos a nuestro derecho a la intimidad.

Bajo la presidencia de Juan Villalonga, Telefónica no sólo ha perdido la tilde de su logotipo, sino lo que es peor, la dignidad democrática. Y es que los plutócratas empiezan atracando a la gramática y acaban asesinando a la libertad.

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