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FÚTBOL Semifinales de la Copa del Rey

La vejación a los jugadores

Santiago Segurola

El Barça ha vuelto a los orígenes del nuñismo con una parodia bufa que desacredita la imagen de modernidad y competencia del club. Sus dirigentes no han estado a la altura del prestigio de la primera entidad deportiva del mundo. De un plumazo ha vuelto el victimismo y la chapuza, defectos visibles del Núñez de primera hora, aquél que sirvió como modelo para la arribada de un tipo de directivo que ha hecho fortuna: demagogo, ruidoso, poco fiable.De todas las penosas decisiones tomadas por el presidente del Barça, ninguna es más reprochable que la vejación a la que fueron sometidos los jugadores. Todos los argumentos del club resultaban más que discutibles. El Barcelona había aprobado el calendario de la competición, había aceptado las fechas de las semifinales, sabía de los problemas que podía causarle la utilización de 20 fichas profesionales en lugar de las 25 que permite la federación, conocía el riesgo de la masiva contratación de internacionales extranjeros en perjuicio de los futbolistas de la cantera, admitía la presencia de ocho futbolistas que habían integrado la selección holandesa en el Mundial de Francia. Con estos antecedentes, la posición del Barcelona en el conflicto era muy débil.

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Sin embargo, el club tenía todo el derecho a defenderse, por muy reprochables que parecieran sus argumentos. Lo que definitivamente le quita cualquier asomo de razón es el uso que Núñez -con el vergonzoso beneplácito de Van Gaal- ha hecho de sus jugadores. En lugar de asumir su punto de vista, hasta las consecuencias más extremas si fuera el caso, Núñez se demostró culpable al utilizar al equipo como ariete de un plan absurdo.

Nada hay más capital en un club que sus jugadores y lo que representan: la camiseta y el fútbol. Convertirles en títeres de maniobras arteras, o sea privarles de su lisa condición de futbolistas para presentarles como súbditos personales del presidente, es una humillación de la peor calaña. Reducidos al simple papel de empleados del club -con los deberes de obediencia que eso supone-, los jugadores del Barcelona han sido obligados a participar en un esperpento infame, bendecido por un entrenador que ha preferido actuar de palmero de Núñez antes que defender la dignidad de sus futbolistas.

Al reproche ético cabe añadir el perjuicio que la decisión de Núñez ha causado en la plantilla. Pésimo estratega, el presidente del Barcelona ha aniquilado el eufórico efecto de la victoria sobre el Chelsea. En el tristísimo papel que les han obligado a representar, se puede pensar un proceso de desmoralización de los jugadores, atacados de raíz en su estima propia. No es la mejor manera de afrontar los grandes desafíos que le esperan al Barça. Pero eso a Núñez le ha importado muy poco.

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