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Corbatas

Hay un movimiento en contra de la corbata. Estamos en el año 2000, ya se sabe. La modernidad del año 2000 parece que no admite normas de comportamiento, viejos estilos, caducos registros. En el siglo XX podía pasar. Mas ahora que encaramos el XXI, la corbata es prenda elitista que debe ser eliminada de la faz de la Tierra.Parece que el recrudecimiento de la anatematización de la corbata proviene de la arbitrariedad cometida con un opositor a judicatura que se presentó ante el tribunal sin corbata y lo descalificaron por semejante futesa.

Tenían razón quienes protestaron por ese inicuo proceder. Los argumentos que empleaban los hubiera firmado Perogrullo: uno sin corbata puede ser mejor juez -docto, prudente y equitativo- que cualquier otro encorbatado o incluso luciendo la solemne toga propia del gremio.

La corbata no hace al juez, ni siquiera al opositor. Ítem más: se hubiese presentado el examinando en tanga y la sucinta pieza no le habría cuestionado sus aptitudes para ser juez. De donde las formas están caducas -quieren decir- y no sirven para nada en este año 2000.

Uno reconoce, sin embargo, a fuer de sincero, que no está muy conforme con lo que la modernidad predica. Quizá porque un servidor es bastante corbatero y no precisa pretextos para llevar corbata. A veces, sí, le da por vestir en plan campestre y entonces prescinde de ella. Pero ni se le ocurriría si hubiera de acudir donde piden este requisito o, por ejemplo, le citara el Rey en audiencia para cantarle las cuarenta.

Uno, bien se ve, es bastante antiguo y sigue las pautas de comportamiento que le enseñaron en la niñez. Cierto es que nadie está privado del derecho a usar la ropa que le dé la gana, mas tampoco ve la necesidad de contrariar el criterio de quienes consideran una elemental manifestación de respeto presentarse vistiendo con arreglo a los usos y los protocolos.

La liquidación de las ataduras y los tabúes del pasado, y su sustitución por el derecho inalienable de los ciudadanos a manifestarse con la sinceridad y la espontaneidad que les dicte su conveniencia, ha metido también en el saco de las antiguallas y los menosprecios las reglas de urbanidad. Lo cual -cree servidor-constituye una irresponsable demagogia. Tirar alegremente a la basura unas pautas que se ha dado a sí misma la sociedad civil en esos 2.000 y aun millones de años de existencia puede acarrear consecuencias imprevisibles.

Lo que llaman cortesía (otro término caduco) no es sino una fórmula de convivencia, noble, muy bien concebida. Cuando se dan los buenos días y se trata con amabilidad a un semejante, se le está ofreciendo una muestra de solidaridad ciudadana, que agradecerá en el alma si comparte la buena crianza, y posiblemente le reconforte de íntimas frustraciones, pues cada uno lleva lo suyo y puede que sea una cruz.

Algunos, en estos casos, utilizarán la frase de moda -"ése es su problema"-, que resume otro modo de entender la solidaridad y la convivencia a la luz de la modernidad del año 2000. Ahora bien, entre ser amable por educación y ser descortés por espontánea sinceridad, uno prefiere lo primero -qué quiere que le diga-, y no acaba de entender por qué el año 2000 ha de ser incompatible con la piedad y la buena crianza. De manera que en el año 2000 un servidor seguirá poniéndole buena cara al vecino, sobre todo si él la trae mala, y usando corbata , aunque la moda dicte ir por la vida en camiseta imperial.

También podría optar por la rebeldía, desde luego, y no ponerse corbata nunca. Pero no le ve el mérito, francamente. Dárselas de rebelde por negarse a llevar corbata o por ir de boda en chándal hecho un guarro, ni es rebeldía, ni tiene mérito, ni le importa a nadie un pimiento. En cambio, a lo mejor valía la pena rebelarse contra el sistema capitalista, contra la dictadura de las multinacionales, contra los muñidores de los estados de opinión que manipulan las ideas para favorecer a aquéllos. Claro que eso cuesta trabajos y renuncias, comporta un riesgo y puede acabar como el rosario de la aurora.

Las rebeldías, en el año 2000, ya se sabe: a base de tonterías y por lo virtual.

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