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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Analfabetos del mundo

El acceso a la educación es una de las pocas garantías universalmente reconocidas para reducir las desigualdades sociales. Un 20% de los habitantes del planeta, 810 millones de personas, lo saben de primera mano. Ésa es la estremecedora cifra de analfabetos que aún quedan en el mundo. Dos tercios de este contingente de marginados son mujeres, y casi todos, como ha denunciado la ONU, viven precisamente en los países subdesarrollados, aquellos donde las desigualdades son más notables, y por ello, la educación es más necesaria. Nada parece más loable, por tanto, que el propósito de Naciones Unidas de abrirles el acceso a la educación e intentar acabar para siempre con el borrón que supone para toda nación civilizada el saber que bajo el mismo cielo viven millones de seres que no saben leer ni escribir. Ése es el objetivo del Foro Mundial de la Educación, que el próximo lunes se abrirá en Dakar (Senegal) bajo el manto de la ONU y en el que tomarán parte 145 países.Pero el exceso de ambición no parece la receta más acertada para acabar con un problema de dimensiones planetarias. Hace 10 años, en Jomtien (Tailandia), la ONU ensayó una fórmula similar a la de Dakar. El resultado arrojó luces y sombras. Se pretendía conseguir para el año 2000 el acceso universal a la enseñanza primaria y reducir a la mitad los 1.000 milllones de analfabetos de entonces. Pese a los innegables avances experimentados, sobre todo en Latinoamérica, ninguno de ambos objetivos se alcanzó, principalmente por los efectos negativos que la discriminación de la mujer y la consideración del menor como fuerza de trabajo ejercen sobre los planes educacionales. Ahora, con la lección aprendida, la ONU se ha dado un plazo más amplio (15 años) y un objetivo que, lejos de pretender la extensión pura y simple de la enseñanza, incorpora la metodología necesaria para enfrentarse a sus principales enemigos.

Ésos son los bastidores. Pero, por muy loables que sean los propósitos, no basta con un debate universal para erradicar el analfabetismo. Saber que la mayoría de los analfabetos vive en los 42 países más endeudados del planeta ha de ampliar necesariamente el foco de la discusión. Que los países afectados salgan adelante dependerá tanto de que pongan todo el empeño en que sus poblaciones superen la noche del analfabetismo como de que las naciones que tengan los medios que les ayuden con algo más que palabras.

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