Aplausos y abucheos a 'La Traviata' de Mehta y Comencini en Florencia
Éxito de Joan Pons en la inauguración del Maggio Fiorentino
Estaba previsto que la inauguración, el miércoles, de la 63ª edición del Maggio Fiorentino, marcara el inicio del renacimiento del festival que estrena nueva identidad jurídica. Se había elegido una ópera popular como pocas en el repertorio lírico: La Traviata, de Giuseppe Verdi, bajo la batuta de Zubin Mehta y la innovadora dirección de Cristina Comencini. Pero la fiesta perdió brillo apenas se levantó el telón.
Dirección, escenario y vestuarios decepcionaron desde la primera escena, aunque no el siempre brillante Mehta ni los intérpretes, la soprano Mariella Devia, el tenor Marcelo Álvarez y, sobre todo, un solidísimo Joan Pons en el papel de Germont padre. El público manifestó su veredicto con aplausos a Mehta y a los intérpretes y abucheos a Comencini.El Maggio Fiorentino reivindica su condición de festival musical más antiguo de Italia, -surgió en 1933- y está dispuesto a renacer con su nueva estructura jurídica -convertido ya en fundación independiente- y un nuevo espíritu en la programación que combinará piezas ya clásicas con otras experimentales.
Estaba previsto que la velada del miércoles marcara este cambio de rumbo con una sesión particularmente exquisita a cuya brillantez debía contribuir el público acudiendo en traje de gala. Muchos espectadores lo hicieron. Ricos y famosos llenaron el patio de butacas y los palcos recién reformados por la arquitecto Fabrizia Scassellati. En uno de ellos tomó asiento, junto a la esposa de Mehta, Nancy, la mismísima Sofía Loren, que se convirtió enseguida en la máxima atracción mundana de la noche. Pero el lujo del patio de butacas y la belleza espectacular de Sofía Loren se echaron en falta en el escenario, resuelto de manera sorprendentemente rutinaria, con los salones de la casa de Violeta Valery convertidos en sala de juegos y, sobre todo, con uno de los vestuarios más pobres y anodinos en la larga historia de La Traviata.
Distorsiones
La obra, basada en la famosa novela de Alejandro Dumas hijo La Dama de las Camelias, ha sido ambientada en el París de Marcel Proust, a finales del siglo pasado, y los figurines parecen sacados de los cuadros de Toulouse-Lautrec. Pero media entre unos y otros el abismo del genio.
Mariella Devia, que conoce a la perfección el personaje, construyó una Violeta irreprochable desde el punto de vista musical y fue premiada con calurosos aplausos por un público complaciente. Pero su interpretación teatral - quizás el pecado fuera de la dirección escénica- dejó mucho que desear. Peinada y vestida sin gracia alguna, la soprano proyectó más una imagen de amante sacrificada y maternal que de auténtica cocotte seductora. A su lado, Marcelo Álvarez resultó un juvenil Alfredo permanentemente fuera de lugar, con una bella voz algo insegura en las primeras escenas. La madurez y el buen hacer del barítono español Joan Pons dieron al segundo acto un peso del que carecieron el primero y el segundo.
Zubin Mehta, director musical del Maggio Fiorentino que debutó precisamente en Florencia con La Traviata hace 36 años, dirigió la pieza con enorme autoridad, aunque con toques de manierismo que la alejan notablemente de la inolvidable versión grabada en el Covent Garden por el fallecido Georg Solti con Angela Gheorghiu. Aun así, Mehta cautivó a su público como todas las temporadas. Los aplausos no fueron extensivos esta vez a Cristina Comencini, directora de cine que debutaba en la dirección operística con esta Traviata.
El público castigó con abucheos -educados, eso sí- una dirección que pecó de rutinaria y en algunas escenas, como la del brindis inicial, rozó el más espantoso ridículo. Por fortuna, la ópera es, sobre todo, música. Y en la música la orquesta del Maggio volvió a brillar con una extraordinaria gama de matices a las órdenes de Zubin Mehta.
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