Ciclo
La mayoría absoluta obtenida por el Partido Popular cogió desprevenido a todo el mundo. Tanto es así que, como ya se ha observado, esa sorpresa imprevista fue condición necesaria para que la mayoría absoluta pudiera darse. Y es que, de haber anticipado semejante posibilidad, algunos votantes de centro habrían dejado de votar al PP y muchos abstencionistas de izquierda habrían optado por acudir a las urnas. Pero no caigamos en supuestos contrafácticos, pues lo que aquí me interesa es fijarme en la causa de tal sorpresa: ¿por qué no se previó que pudiera producirse una victoria por mayoría absoluta? Para explicarlo existen diversas razones, como la de infravalorar el liderazgo de José María Aznar. Pero el factor quizá más influyente pudo ser el prejuicio creado acerca de la presunta imposibilidad de que en España se repitiera la excepcional mayoría absoluta obtenida por el Partido Socialista.¿Por qué parecían irrepetibles las mayorías absolutas? También aquí existen diversas explicaciones, desde las presuntas virtudes carismáticas del sobrevalorado liderazgo de Felipe González hasta la propia excepcionalidad de su victoria en 1982, producida sólo como consecuencia de los efectos catárticos causados por el golpe de Estado de Milans del Bosch, que deslegitimó absolutamente a la mayoría parlamentaria entonces gobernante, determinando la liquidación total de la Unión del Centro Democrático. Todo lo cual hizo creer que aquella victoria por mayoría absoluta había sido producto de un acontecimiento histórico excepcional, que muy probablemente no podría volver a repetirse.
Tanto es así que se creó la especie de que el sistema político español impedía de ordinario las mayorías absolutas, que sólo podían darse por causa de fuerza mayor: algo que parecía fuera del alcance de Aznar. Pero no fue así. Por el contrario, Aznar sacó con toda facilidad su mayoría absoluta sin apenas esforzarse. Así que una de dos: o tiene más carisma que el propio González, ya que le ha igualado sin acontecimiento histórico sobre el que auparse, o bien, por el contrario, el sistema político español sí permite, o incluso favorece, sacar mayoría absoluta con relativa facilidad. Esta última es la hipótesis que me atrevo a proponer aquí, sugiriendo un modelo cíclico relativamente independiente del carisma, los acontecimientos o las conspiraciones.
Los modelos de ciclo político más usuales (como el de Huntington) se basan en el esquema pendular de la alternancia entre las dos vertientes del arco parlamentario bipartidista, en función del dualismo Gobierno / oposición. Pero como el sistema político español se basa no sólo en el conflicto derecha / izquierda, sino además en la bipolaridad nacional centro / periferia, el modelo ciclo más aplicable aquí ha de ser definido como de doble alternancia.Y digo doble porque la alternancia entre Gobierno y oposición resulta doblada por la alternancia entre los dos modelos de democracia propuestos por Lijphart: la mayoritaria o de Westminster, que supone mayorías absolutas, y la consensual o consociativa, que implica mayorías relativas y, por tanto, Gobierno de coalición (ya sea ésta implícita o explícita).
El ciclo político español iniciado con la transición comenzó con un modelo de consenso (pacto Adolfo Suárez-Josep Tarradellas-Santiago Carrillo) que produjo la Constitución. Después, ante el fracaso de su coalición gobernante, advino en 1982 el sistema mayoritario de González, que gobernó en solitario más de diez años. Pero sus evidentes abusos de poder, inevitables en el modelo Westminster, determinaron que fuera sustituido en 1993 por otro modelo de coalición, pactada con el catalanismo, modelo que se mantuvo en 1996 sin más que sustituir a González por Aznar. Ahora bien, el crecimiento de las exigencias nacionalistas, inevitable en los modelos consociativos, aconsejaron al electorado regresar a un nuevo modelo Westminster, esta vez liderado por Aznar. Y la duda es cuánto durará ahora el poder personal de Aznar, cuándo se cansará de sus abusos el electorado y cuál será la coalición consensual que entonces le suceda, lista para gobernar consociativamente.
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