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FÚTBOL 33ª jornada de Liga

Cinco minutos y hasta mañana

Van Gaal se limita a dar una pequeña charla tras las últimas goleadas

Àngels Piñol

No hablar, no discutir, no mirar atrás. Una charla de cinco minutos y al entrenamiento. No queda más tiempo. Ni siquiera para torturarse en el diván con nueve días de abril tétricos. Medio pérdida la Copa, con la Liga muy difícil tras su derrota en Oviedo -otra vez recibió tres goles en contra- el Barça se propuso ayer superar su estado de conmoción y pensar sólo en el Chelsea (3-1, en la ida). Los azulgrana se jugarán mañana a cara o cruz toda la temporada. "Necesitamos juntar las fuerzas y unidad para vencer este partido", dijo Dani, el delantero suplente, convertido en el portavoz del equipo, el jugador que mostró más ganas, más entusiasmo y más pundonor. Todo un síntoma. El vestuario intenta una última reacción para aguantar el año. Necesita marcar al menos dos goles y no encajar ninguno. El reto es enorme porque parece que cualquier rival es capaz de golear por tres al Barça.El balance vuelve a ser propio de un colista: cuatro derrotas consecutivas, doce goles encajados -a tres por partido- y sólo un gol a favor. El Chelsea abrió en Londres una racha nefasta, impropia de un equipo que aspiraba a todo hace quince días, que mantenía el pulso por la Liga con el Deportivo, que presumía de ser el único imbatido en Europa -era el favorito de las casas de apuestas británicas- y que daba por sentado llegar a la final de Copa tras deshacerse del Atlético. Diez días han convertido al Camp Nou en un desierto. Sólo queda el gol de Figo en Londres para la última oportunidad. "¿Cómo vamos a estar después de cuatro derrotas? Estamos anímicamente mal. Hay que pensar en el Chelsea. Ya hablaremos de todo esto después del martes", insistió Figo. Y, entre ellas, no pudo evitar algo: insinuó que el Barça había sido perjudicado por los árbitros desde que fue acusado de ser favorecido por los mismos en Málaga (1-2). Pensaba en el penalti en contra que le señalaron al Barça en Oviedo. Frank de Boer no tocó con la mano el balón. "De eso también tendremos que hablar", apuntó.

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Pero nadie quiso escudarse en las excusas. El diálogo está más roto que nunca. Louis Van Gaal, técnico del Barça, consciente del agotamiento psíquico que sufren sus jugadores, optó ayer por una mini charla, más corta incluso que si hubieran goleado en Oviedo. Después del 3-0 del Atlético dijo que a veces era mejor callar. Quizás sabe que ya no puede convencer a sus jugadores. "Somos los primeros en saber en la situación en la que estamos. Hemos hablado muchísimo estos días y hemos vuelto a perder. Sobran las palabras. Sólo queda ganar o ganar", abundó Dani. Tras la derrota en Oviedo, Guardiola, el capitán, expresó su certeza de que iban a superar la eliminatoria. No hay más solución que esa para atraer mañana al Camp Nou a la afición, consternada e irritada ante el desplome.

El público sólo ha visto en casa la derrota ante el Mallorca -los otros tres partidos se jugaron lejos del Camp Nou- y optó de forma abrumadora por abandonar las butacas cuando el equipo isleño logró el tercer gol. "Saldremos a ganar", dijo Figo, "y espero que la gente comprenda la situación, que sea tolerante y nos ayude". Fue un mensaje directo a la afición, que suele ser fiel los días duros. Al menos eso sucedió la noche del Oporto cuando el estadio se llenó pese a que el Barça llegaba de ser zarandeado en el Bernabéu. Y es también otro mensaje claro a Van Gaal para que olvide reproches, deje de señalar culpables y levante castigos como el de Kluivert. El equipo abandonó Londres hace dos semanas convencido de que el Chelsea pagaría el esfuerzo físico de las grandes dimensiones del Camp Nou. Stamford Bridge es demasiado pequeño. Pero la plantilla admite que el Barça solo transmite sensación de fragilidad y que sufre una parálisis cuando encaja un gol. Y que no ofrece mucha seriedad encadenar nueve victorias para tirarlo todo en cuatro días por la borda. Y que le acechan las dudas. Sólo así se entiende que Figo afirmara que quizás sería mejor ceder la iniciativa, para luego confesar que el Barça no sabe jugar al contraataque. Y acabó con otra ambigüedad. No se quiso pronunciar cuando abordó la tibia reacción del equipo en Oviedo cuando jugó con tres defensas en lugar de cuatro: "Es subjetivo. El rival bajó también el nivel. Pero me llegaron muchos balones y me sentí más cómodo".

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