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"Ese ruido de ahí fuera"

James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial, es uno de los hombres más influyentes del planeta. Pero no puede dormir. "Por supuesto que estoy preocupado por ese ruido de ahí fuera", decía el miércoles. Y ayer por la mañana, una veintena de manifestantes se plantó ante su casa para cantar canciones y gritar consignas contra el Banco Mundial y el FMI. "Despierta, Wolfensohn", decía una de las pancartas.El presidente salió de casa rumbo a su despacho y tuvo un gesto de humor para con los ruidosos, quizás unos 10.000 este fin de semana, que quieren cerrar el Fondo y el Banco. "Buenos días a todos", saludó. "Veo que habéis madrugado". A Wolfensohn, hombre de gestos suaves, le desalienta que los manifestantes no reconozcan sus esfuerzos por humanizar el Banco Mundial y hace gala de escuchar a todo el que tiene algo que decirle. Un activista le leyó una carta en la que pedía a los Gobiernos de todo el mundo que dejen de financiar al Banco "mientras sigan sus destructivas políticas crediticias y el Banco Mundial no condone todas las deudas de los países del Tercer Mundo".

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Wolfesohn no tuvo más remedio que reconocer la originalidad de la protesta, una de las características de los agrupados en la Movilización por la Justicia Global, que cubre a más de una docena de organizaciones de todo tipo alzadas contra la globalización de la economía y los costes humanos y medioambientales que ello impone a los países más pobres, vistos por los activistas como víctimas de un FMI que les exige drásticos ajustes a cambio de apoyo financiero y de un Banco Mundial que financia proyectos de desarrollo no debidamente fiscalizados o necesarios.

El cuartel general de la campaña, ayer clausurado por la policía, estaba en la parte trasera de un colegio en una zona relativamente pobre de Washington. Cientos de jóvenes tatuados, anillados e indumentaria paupérrima han estado durante toda la semana preparando las acciones de hoy y mañana contra el Banco Mundial y el FMI, cuyos accesos quieren bloquear. Había grupos para hacer pancartas y muñecos, para resistir pacíficamente a la presión policial, para atender a la prensa, para preparar comidas... El miércoles por la noche se discutió en asamblea abierta la estrategia a seguir hoy, los tres puntos de concentración a partir de la seis de la mañana, las direcciones a tomar para llegar a los edificios que son el objetivo... Había un ambiente festivo y cuatro consignas escritas en un cartel: No usar la violencia, física o verbal; no llevar armas; no llevar alcohol ni drogas, y no atacar la propiedad.

Los activistas contra la globalización quieren que su protesta sea pacífica, sin los ladrillazos de unos extremistas que atrajeron la atención del mundo en Seattle. La libertad de expresión que consagra la Constitución de EE UU es su último recurso. "Si la policía no nos deja manifestarnos, estará violando la Constitución", dice una de las antiglobalizadoras. La policía asegura que no les permitirá que cierren el paso a los delegados. Dos voluntades enfrentadas. "No nos moveremos", adelanta Patrick Reinsborough, coordinador de Rainforest Action Network, un grupo ecologista integrado en Movilización por la Justicia Global. "La moralidad está antes que la legalidad".

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