_
_
_
_
_

"Órdenes de arriba"

Sólo Kafka lo hubiese hecho mejor. La odisea de los tres sindicalistas españoles retenidos durante 25 horas en el aeropuerto de Belgrado concluyó como había empezado, sin ninguna explicación. Las autoridades yugoslavas les negaron la entrada al país después de que la Embajada serbia en Madrid les hubiese concedido un visado de cinco días para asistir al congreso del sindicato metalúrgico independiente Nezavisnost."Hemos sido secuestrados por el régimen de Milosevic". Esas fueron las palabras del secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) de Cataluña, Diego Rejón, a su llegada a Barcelona. No fueron los únicos, pues además de a la expedición española, se negó la entrada al país a seis periodistas: cuatro japoneses, un canadiense y un alemán. La víspera se había rechazado al enviado de EL PAÍS, José Comas. La causa, nunca esgrimida por las autoridades aduaneras serbias, fue según Rejón la multitudinaria manifestación celebrada el viernes en Belgrado para protestar contra el régimen del presidente de la Confederación yugoslava, Slobodan Milosevic. Nezavisnost era una de las entidades convocantes de la manifestación.

Diego Rejón, Roser Pineda -ambos de la CGT- y Alfons Bech -de Comisiones Obreras- llegaron al aeropuerto balcánico en un vuelo procedente de Zúrich a las 14.30 del jueves. Una vez en el control de visados, un policía retuvo sus billetes y pasaportes y les condujo a un reservado. De allí, sin mediar explicación, los trasladaron a la zona de tránsitos hasta que a las seis de la tarde un empleado del aeropuerto les dijo que tendrián que quedarse allí y que podían usar el bar.

Fue entre las ocho y las nueve de la noche cuando por primera vez pudieron hablar con el exterior y ponerse en contacto con el embajador español en Belgrado, Joaquín Pérez Gómez, quien inició las gestiones para desbloquear la situación.

Los empleados del aeropuerto miraban "con complicidad" a los sindicalistas españoles, y al preguntar éstos por qué se veían sometidos a una situación tan absurda respondían: "Son órdenes de arriba, no podemos hablar".

Como Joseph K., el personaje kafkiano de El proceso, los tres sindicalistas pasaron la noche retenidos sin conocer las razones de su condena.

Por la mañana recibieron la visita del segundo de la Embajada española en Belgrado, Pedro Jiménez. Como en la novela, el final no fue feliz: las autoridades yugoslavas los embarcaron a las tres de la tarde del viernes, en un vuelo vía Zúrich, con destino a Barcelona. Pese al contratiempo, tanto Rejón como sus compañeros, Roser Pineda y Alfons Bech, se mostraron satisfechos por la resonancia internacional del incidente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_