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Pinochet, honrado en La Plana

Mörder unter uns, los asesinos están entre nosotros, título original de Fritz Lang a su film sobre "el vampiro de Düsseldorf" (le creó dificultades con los nazis, el título, y hubo de cambiarlo). Permítanme la paráfrasis y aparatosidad, por glosar un esperpento que deja en pañales a Los cuernos de Don Friolera. El esperpento de un asesinato, el de una pared, el caso de la pared asesinadita. Con premeditación, reincidencia, abuso de autoridad y desviación de poder.El asesinato de una pared pintada. Con mural ciudadano de condena al genocidio, la tortura y el terrorismo de Estado. Se lo dice modestamente un servidor, desde la junta directiva estatal de la Asociación Pro Derechos Humanos de España. Hubiese callado si la pintada pusiera "¡Pinochet al paredón!", como algunas, pues seguimos siendo opuestos a la pena de muerte. Mas era una pintura bonita y ponderada, reproduciendo al genocida terrorista tras unos barrotes, con dos palabras: "Pinochet asesino". Pero surgió un censurador de pintadas democráticas, un protector de la honra y fama de Pinochet, mandando borrar dos veces el retablo (que, tras ser borrado una primera, fue reproducido). Mandó a sus empleados y sus policías, a borrar y a hacer fotos a los pintores y pedirles el DNI, como en los mejores tiempos de la oprobiosa. Y este censor, que dijo hacerlo porque la estampa podía "herir sensibilidades" (de quienes aplauden el genocidio, la tortura, el militarismo y el terrorismo de Estado, supongo), este ínclito discriminador que dejó tan pimpantes otras pintadas en la misma pared, -su afán borrador era únicamente, se ve, contra quienes vituperan al Pinocho- es, ¿lo creen ustedes?, ¡un alcalde socialista!, el de Betxí, en La Plana naranjera castellonense. Lo empezábamos diciendo: están entre nosotros.

Me viene a la mente algo de Ferlosio: lo que llama la "perversión instrumental", el sentimiento de poder y dominio que produce manejar los instrumentos. Esto, tan visible en los manejadores de coches, tan paradigmático en militares golpistas y policías corruptos, parece alcanzar a algunos políticos, como el señor alcalde de Betxí. A quien importa un comino la libertad de expresión (derecho fundamental de la Constitución), se le da una higa que el pleno unánime de la Sala Penal de la Audiencia Nacional respalde el enjuiciamiento de Pinochet por los más feroces crímenes -por los que continúa buscándole la justicia española- y hasta ordenó borrar también otro mural, otro sólo, que pedía respeto a dicha libertad de expresión. De paso que tachaba el de Pinochet. (Todas las pintadas, borradas y no borradas, estaban juntitas en una pared del mercado, lugar habitual de las mismas).

Desde el 13 de marzo, se nos llena la boca de mil análisis sobre qué ha de hacer el PSOE para salir del hoyo. Que si ha de recuperar la credibilidad, que si conectar y fomentar el dinamismo social, y apoyar sus iniciativas, que si renovarse... Pero no creeremos al PSOE si permite que individuos como el alcalde de Betxí sigan en sus filas. Si no arroja del partido a este señor, salpicará al PSOE la sangre de los españoles torturados y asesinados por Pinochet. Es políticamente más grave la alcaldada de Betxí que la del alcalde de Dolores, del PP. Pero éste vuelve a tomarles la delantera, y ya ha echado al suyo.

José Luis Pitarch es profesor asociado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia.

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