Cientos de niños franceses recibieron hormonas de cadáveres de cancerosos La contaminación se vincula con la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob
Un juez francés ha destapado que las hormonas del crecimiento contaminadas suministradas a cientos de niños franceses en los años ochenta fueron extraídas de las hipófisis de cadáveres de enfermos de cáncer. Además, diversos testimonios de los científicos hacen sospechar a los investigadores judiciales que existe una relación de causa-efecto entre esa elevada presencia de proteínas tumorales y la enfermedad incurable de Creutzfeldt-Jacob contraída por una parte de los niños tratados (74 muertos) con el lote contaminado.
Aunque los científicos médicos consultados por los jueces y fiscales se declaran incapaces de establecer con precisión los efectos que esas proteínas cancerígenas han provocado, todo apunta a que esa relación con la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob existe.De hecho, tras recabar las opiniones de los especialistas médicos, la Fiscalía de París ha abierto una investigación paralela dirigida a determinar la responsabilidad de los antiguos responsables del Instituto Pasteur. Según la Asociación de Víctimas de la Hormona del Crecimiento (AVHC), que ayer interpuso una nueva denuncia por "fraude en la calidad substancial del producto", el Instituto Pasteur continuó suministrando las ampollas, pese a que en un momento determinado, a través de su laboratorio de Lyon, tuvo conocimiento de la elevada presencia de proteínas cancerígenas en uno de los lotes, el 85029.
La denuncia de la asociación de víctimas va dirigida no solamente a recabar esas supuestas responsabilidades, negadas por los antiguos responsables del Pasteur, sino también a conocer las identidades y el estado de salud actual de los 600 niños tratados en su día con ese lote de miles de ampollas contaminadas para lograr el aumento de su talla.
Frente al silencio oficial, Jeanne Goerrian, la presidenta de la asociación, sostiene que 74 de los antiguos niños inyectados con las hormonas del crecimiento han fallecido ya víctimas de la enfermedad. Se sabe, eso sí, que el número de pacientes tratados con esas hormonas extraídas entre los años 1960 y 1988 superan los 2.300. Un millar de ellos fueron inyectados en el período comprendido entre enero de 1984 y julio de 1985, considerado como de mayor riesgo. "A priori, ese lote 85029 debería haber sido apartado de la distribución", afirmó ayer François Honorat, abogado de la AVHC. "Hay un desprecio por parte del Instituto Pasteur por todas las normas de seguridad; la hormona del crecimiento constituye un mercado considerable", añadió.
Los testimonios aportados por los expertos médicos no contribuyen precisamente a ayudar a los antiguos responsables del Pasteur, puesto que sus opiniones coinciden generalmente en subrayar que el instituto debía haber adoptado medidas de precaución al tener constancia de la elevada presencia de proteínas cancerígenas en los cadáveres de los que se extrajeron las hipófisis. Entre los antiguos responsables del Pasteur nadie recuerda ahora el informe de abril de 1985 en el que el centro de radioanálisis de Lyon dio cuenta de que había detectado proteínas características de los cánceres de hígado, intestino y útero.
A juicio del doctor en biología Daniel Hartmann, que trabajó durante veinte años en el Instituto Pasteur de Lyon, "esos resultados hubieran debido entrañar como mínimo un nuevo examen del lote antes de proceder a su destrucción" y la retirada de las ampollas en circulación. En su declaración a los investigadores, Hartmann dijo ignorar qué consecuencias pudo tener para la salud de los niños inyectados con ese medicamento la presencia de proteínas cancerígenas. Pero no titubeó al afirmar que las hipófisis utilizadas en su preparación procedían sin ninguna duda de personas que fueron víctimas de cáncer.
Otra anomalía detectada por los investigadores puso de relieve que el Instituto Pasteur de París había enviado el lote sospechoso a la Farmacia Central de los hospitales franceses antes de recibir los resultados de Lyon. Sin embargo, ni los especialistas encargados del control final de las hormonas en París ni los responsables de las ampollas en la Farmacia Central recuerdan haber recibido los informes.
El profesor Fernand Day, jefe de la unidad de producción de la hormona del crecimiento del Instituto Pasteur, y Jean Claude Job, presidente de la institución Francia Hipófisis han sido procesados por homicidio involuntario.
Un largo caso
El escándalo de las hormonas del crecimiento en Francia se remonta a los años ochenta. Fueron los medios de comunicación los que denunciaron en 1985 la recogida de hipófisis en depósitos de cadáveres de servicios neurológicos y de enfermedades infecciosas que resultaron, en el procesamiento en 1993 de Fernand Day y Jean Claude Job y luego, en 1997, de dos altos cargos de la Farmacia Central. Todos ellos fueron juzgados por "envenenamiento".
Las investigaciones judiciales que han desembocado en la nueva denuncia se deben a la comisión rogatoria puesta en marcha en enero por la juez Marie Odile Bertella-Gerffroy, que instruye el sumario del caso desde hace nueve años. Sus gestiones siguieron al descubrimiento el pasado año de un presunto tráfico financiero ligado al comercio de hormonas.
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