Pedro Zarraluki ve la literatura como una mezcla de pasión y apropiación
Pedro Zarraluki (Barcelona, 1954) opina que la literatura está fuertemente ligada a la vida. "Lo que hagas debe estar enraizado en el entorno, en la vida de la gente que te rodea", afirmó ayer en Bilbao, ciudad a dónde le llevó su gira promocional de la novela Para amantes y ladrones (Editorial Anagrama), una frase que para el autor resume "lo que significa la literatura, una mezcla de pasión y apropiación". A través de un grupo de escritores, Zarraluki rinde su particular homenaje a la literatura.
Pedro Zarraluki escribe con roller ball. "Siempre", afirma categórico. Sin embargo al segundo matiza: "y con ordenador, un portátil maravilloso". Era de los reticentes a las nuevas tecnologías pero claudicó hace unos años. "Aún así imprimo todo, porque no me fio del ordenador, y corrijo sobre papel", se escuda. Acaba de publicar, tras unos dos años de trabajo, Para amantes y ladrones, su última novela, con la que quería "reivindicar cómo va unida la literatura a la vida".El título del libro procede de un disco de jazz, "un vinilo", puntualiza Zarraluki. "Cuando yo era joven tenía un amigo que era músico, al que envidiaba mucho porque su profesión le permitía disfrutar él y hacer disfrutar a los demás. Él me regaló un vinilo, que nunca ha salido en compacto, Atmosphere for lovers and thieves (Atmósfera para amantes y ladrones), del saxofonista Ben Webster. Eran baladas para escuchar al amanecer, que es la hora de los amantes y de los ladrones. Cogí ese título porque resume lo que es para mí la literatura, una mezcla de pasión y apropiación", explica.
En la portada, un cuadro de Edward Hopper, Las once de la mañana, que él propio autor ha elegido. "Este cuadro concreto me pegaba mucho", asegura. El autor cree que transmite la atmósfera de la casa de campo donde se desarrolla la acción, una casa que existe, en el Ampurdán. "Allí es donde me retiro para poder finalizar los libros, cuando ya quedan pocas páginas y flaquean las fuerzas. Es de dos amigos míos".
El protagonista y narrador de Para amantes y ladrones es un chaval de 17 años, aprendiz de cocinero y de escritor, aunque a esto último él se resiste. A Zarraluki se le ha achacado una excesiva madurez en los comentarios de este adolescente. "Me di cuenta de que sólo al final el lector sabe que la historia está contada muchos años después, así que para la segunda edición he añadido unas palabras en la primera página, algo así como 'hace tantos años ya", dice Zarraluki. El joven asiste, como cocinero, a una reunión de escritores en la casa de campo de su editor, un hombre mayor que ejerce las funciones de maestro del chico. "Una de las lecciones que le da al chaval es cuando le dice que el escritor es una voz que ve. Eso es lo que a mí me gusta que sea el escritor", afirma el autor.
Esta reunión de escritores le ha permitido a Zarraluki desgranar un homenaje a la literatura. "El acto maravilloso del lector es que estás apropiándote de recuerdos. Yo, por ejemplo, he estado con Nabokov y su madre en su finca rusa cogiendo setas. Y recuerdo la bruma del bosque como si hubiera estado allí. Esa es la maravilla de leer, la literatura te proporciona recuerdos que no son tuyos. Esa fusión de la literatura y la vida es lo que quería contar y por eso los protagonistas son escritores. Para que pudieran hablar de libros y de este modo expresar yo mis opiniones", comenta.
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