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El ruido de una restauración

"A mí lo que de verdad me preocupa es que la cúpula no se venga abajo". Probablemente, ésta sea la afirmación más sensata que se ha vertido recientemente sobre la recuperación de la cúpula y los frescos de la basílica de la Mare de Deu dels Desamparats de Valencia. La pronunció ayer el portavoz de la fundación encargada de la restauración del edificio, Juan Pérez Navarro, y sonó como un golpe de sentido común que centraba la atención en el problema real de la cúpula: su extrema fragilidad y la mala salud de los frescos que la decoran. Al mismo tiempo disipaba un poco el ruido existente alrededor del proyecto y barría los comentarios que cuestionan determinados aspectos técnicos de las obras, que comenzaron hace tres años.El humo de las velas, el dióxido de azufre, la contaminación atmosférica acumulada e incluso el incendio sufrido en plena Guerra Civil en el templo redujeron los frescos pintados en 1701 por el pintor de cámara de Carlos II, Antonio Acisclo Palomino, a sombras irreconocibles.

En 1997 comenzaron los trabajos de recuperación de las pinturas murales, una labor que dirigen los catedráticos de la Universidad Politécnica Ignacio Bosch, en los aspectos relativos a la arquitectura, y Pilar Roig, en la pintura. La recuperación de los tonos azulados que representan el cielo, de los ricos dorados de los extremos o de la viveza de los colores empleados cuenta además con la colaboración de Gianluigi Collalucci, restaurador de la Capilla Sixtina .

Pese a la las dificultades que presenta devolver al fresco la gama de colores original, no es éste el mayor reto al que se enfrenta el equipo de restauración. Bajo la cúpula original del templo, Palomino diseñó una segunda -que cuelga de la anterior mediante un sistema de anclajes- sobre la cual pintó los 600 metros cuadrados de mural. El paso del tiempo ha resquebrajado seriamente esta segunda cúpula, dañando más aún los frescos. Por ello, no es de extrañar el interés de Pérez Navarro en centrar los esfuerzos en reforzar esta cubierta. El equipo de restauración instalará 292 puntos de sujeción, lo que supone la extracción de pequeñas círcunferencias de tres centímetros de diámentro de fresco para fijar los anclajes, que se restituyen al acabar la operación sin que deje resto alguno en la pintura.

Pero no es éste el único aspecto que ha levantado críticas. Los restauradores pretenden practicar 20 agujeros, de igual tamaño a los anteriores, en la clave de la falsa cúpula y permitir así una mejor iluminación y ventilación. Estos orificios podrían ser cubiertos mediante un mecanismo de forma que su presencia sería imperceptible.

Con este procedimiento se lograría un efecto similar al que se produjo en la basílica desde que se construyó, en 1666, hasta que se levantó la segunda bóveda. Durante este periodo, un rosetón con forma de rayos cubría el agujero de 30 por 45 centímetros que se encuentra en el centro de la cúpula original, de forma que la luz se repartía iluminando la decoración de esta cubierta ahora escondida. La intención de los restauradores es la de "dialogar con la historia", en boca de Bosch, combinando las dos vidas que tuvo la cúpula y respetando íntegramente los frescos.

Pese a todo, la asociación vecinal Amigos del Centro Histórico mantiene su particular batalla contra la "aberración" de convertir la cúpula en "un coladero" y solicita que "una comisión internacional de expertos" vigile la restauración de la basílica.

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