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La galería Safia exhibe fotos del Liceo que ya es "ficción"

El dorado de los estucos, el rojo del terciopelo, el forjado de las barandillas. Esta imagen, prácticamente una copia de lo que el fuego destruyó un 31 de enero de 1994, es la que queda en la mente de la mayoría de la gente tras visitar el nuevo Liceo. Sin embargo, para el fotógrafo Manolo Laguillo (Madrid, 1953), que desde 1996 hasta la inauguración del teatro ha fotografiado todo el proceso de reconstrucción del coliseo lírico barcelonés, el Liceo empezó a perder interés cuando comenzó a ser interesante para casi todos. Por ese motivo, la exposición de sus fotografías sobre el teatro que anteayer por la tarde se inauguró en la galería Safia de Barcelona dentro de la Primavera Fotográfica muestra un Liceo lleno de vigas, estructuras metálicas y andamiajes. "Es un Liceo que ya no existe. Una invención, pura ficción", dice Laguillo de las fotos que se exhiben.Liceu 1996-2000, título de la exposición -que permanecerá abierta hasta el próximo 2 de junio-, presenta 13 fotografías de gran formato en color tratadas digitalmente, que se complementan con un mosaico de 23 tomas fotográficas en blanco y negro, realizadas por el arquitecto Xavier Fabré, que ilustran el proceso seguido por el Liceo desde el día siguiente de su incendio hasta la entrada de Laguillo en el teatro. Fabré fue responsable, junto a Ignasi de Solà-Morales y Lluís Dilmé, de la reconstrucción del teatro.

La geometría de las formas del hierro, convertidas en muchos casos en una laberíntica maraña, relaciona una y otra visión del espacio fotografiado, en el que la temporalidad de las formas es la protagonista. El romanticismo de la imagen de una ruina puramente decimonónica de acusados contrastes en blanco y negro frente a la casi abstracta de la tecnología usada en el proceso de construcción de un gran edificio, atenuada por unos colores tratados digitalmente e impresos sobre un papel de acuarela, dan a la fotografía un toque de cuadro hiperrealista.

"La construcción de un edificio es algo ambiguo. Una metamorfosis constante de las formas, que aparecen y desaparecen a medida que va creciendo. A mí lo que me interesa es lo que no se ve cuando ya está acabado", explica Laguillo, que lleva 25 años trabajando como fotógrafo de arquitectura. Contratado por el Liceo para documentar todo el proceso de reconstrucción, en los más de tres años en que se ensució los pies en la obra llegó a tomar cerca de 3.000 fotografías.

Fabré -para quien desde el día siguiente al incendio las ruinas del Liceo y la obra de reconstrucción se convirtieron en su segundo hogar- considera que fotografiar todo lo que le rodeaba era como una especie de escapatoria. "La máquina fotográfica supuso para mí un instrumento para relativizar el abrumador entorno, y el visor de la cámara era el objeto distanciador", explica. Su opción por el blanco y negro la justifica porque no quería competir con los profesionales que utilizaban el color.

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