_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Últimos versos

E. CERDÁN TATO

La respuesta decía: Todas las computadoras apuntan a Somalia. A tu regreso de Zúrich, abriste el correo electrónico. Allí estaban la suavidad de la azalea silvestre; la ternura de Juan Gelman; la demoledora denuncia de D'Andrea: Usted, Pinochet, con el pecho blindado a medallas de ninguna guerra, por su "cobardía vitalicia"; la paciencia de tu agente literario: "¿para cuándo tu novela?"; el aviso del virus Pretoria. Pero tú buscabas la certeza del poeta amigo, y estaba en el primer verso: Todas las computadoras apuntan a Somalia. Ese día, en El Cairo, los líderes africanos pusieron Europa en la balanza: tantas toneladas de carne humana apuntan a Somalia, a Mozambique, a Etiopía. Y las naciones de la UE se resisten al perdón de la deuda externa, después de la vileza. Y cómo saquearon y aniquilaron territorios y gentes, en las antiguas colonias. Del expolio de tanta riqueza, en el nombre de un dios y de una corona, guardan un África en su recuerdo y en sus bolsillos. Aquí, en España, son varios millones de ciudadanos a quienes el Estado del bienestar, sin necesidad de referéndum, les ha concedido la independencia y la libertad de la miseria, como a Somalia. Qué magnanimidad. Por eso tú, no más llegar de Zúrich, tecleaste una nota a tu amigo poeta: Querido muerto: siéntate a la puerta de tu urna cineraria y verás pasar el cadáver de la mitad de tu pueblo. La otra mitad, habita el frenesí de la mercancía y abastece la mesa del poder. Así se consideran felices. Y sabes que los niños y los consumidores no mienten. Ya ves cómo va: se abdica de la condición solidaria y de su memoria, y las conciencias se abaten a escopetazos, en el club de tiro. Tu amigo poeta, que hizo romances, editó libros y recitó revoluciones, a zancadas delante de los guardias, te lo dijo en los últimos versos: Si hablo, es mi discurso un argumento que se estampa en el muro de los negados. Pero aún así, nunca te calles. Te sustenta ese aire ardiente que llega de África: todo el horror de nuestra propia y descarnada imagen.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_