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Tribuna
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Solo en escena

Billy Wilder dijo en una ocasión que cuando Marilyn Monroe estaba en pantalla no se llegaba a mirar al resto de los actores; no era únicamente cuestión de curvas, sino la consecuencia de esa mezcla de fragilidad y de candor que se desprendía de la actriz. A veces les sucede algo parecido a los políticos. Por razones que no necesariamente tienen que ver con los méritos propios, en ocasiones todo depende exclusivamente de ellos.Una cosa, en efecto, son los poderes de un presidente de partido o de Gobierno y otra la capacidad de ejercerlos, que depende de las circunstancias propias y ajenas. Si alguien comparara a José María Aznar con Marilyn podría ser acusado alternativamente de imbecilidad, desbocado afán de adulación o sistemática voluntad de denigración. Pero eso no obsta para que sea posible el paralelismo. Ahora mismo, en lo inmediato de la política española, lo que tiene interés decisivo es lo que va a hacer Aznar en días próximos, es decir al remodelar su Gobierno.

Bien mirado, nunca nadie ha tenido en sus manos tanto poder democrático como él. Hubo, claro está, otra mayoría absoluta, pero a ella se llegó en gran medida en una cierta indefinición, que suponía tener que contar con otros. El "cambio" no era una doctrina política, sino una mística, y por eso podía entenderse que significaba crear 800.000 puestos de trabajo desde el Estado o, simplemente, que las cosas funcionaran. El inconveniente fue que en el partido y en el sindicato socialistas pudieron anidar almas antitéticas. Eso explica lo que se tardó en definir una política exterior y la frecuencia con que se cuestionó la económica o social. Dotado de una mayoría absoluta, Aznar tiene además su partido a su completa disposición. Siempre se ha caracterizado por dirigirlo con mano firme, evitando desidencias. Ahora, además, se dan circunstancias peculiares que multiplican su poder. Como el personaje de Alicia en el País de las Maravillas, decreció hasta lo diminuto y luego ha crecido hasta lo gigantesco: de las angustias por la renovación del mandato se ha pasado a los entusiasmos por la mayoría absoluta. Por si fuera poco, el sector de derecha del PP se ha autodestruido principalmente por la conflictividad gratuita que ha proporcionado. En el panorama parlamentario es difícil imaginar una situación más confortable. Aznar no tiene sólo la mayoría absoluta, sino que además la ha adquirido en condición de ampliable. En la absoluta antítesis, Pujol está maniatado por su situación parlamentaria, sin otra posibilidad de pacto que el PP al tener Esquerra que resguardar un mínimo de identidad propia. Mejor irán las cosas para todos con los catalanistas en la mayoría parlamentaria, pero Aznar los puede utilizar casi cuando y como quiera.

Pero en política los momentos dulces pueden ser aprovechados o no. Sólo cuando Aznar forme su Gobierno -el discurso de investidura, de no anunciar su contenido, no tiene mayor interés- tendremos alguna idea de por dónde van las cosas. Hasta el momento, nuestra información es parca en extremo, de forma que el juicio debe ser tanteado por simples rastros indiciarios. Aznar se ha caracterizado por procurar redistribuir sus cartas sin desprenderse de ninguna y eso puede llevarle a cambios mínimos; desde la derecha mediática se perciben guiños en ese sentido. Azorín decía de los políticos de su época que a base de remiendos y zurcidos daban sensación de novedad y en este pecado puede recaer Aznar. Ha enunciado, por otro lado, un posible Ministerio de Innovación, que sería una buena idea de no sumarle las Universidades. Tiene en su balance negativo una gestión conflictiva e ineficaz en varios campos decisivos -justicia, cultura, educación...-, en los que no debiera desaprovechar el clima existente para realizar reformas por acuerdo generalizado. Debe consolidar los buenos resultados económicos y despejar la incógnita sucesoria. Respecto de la pluralidad de España, tendrá la tentación de rebañar algún voto más a base de confrontación. En la situación de Aznar, parece recomendable un poco de audacia renovadora en vez de ensimismarse en los vapores de complacencia de la mayoría absoluta. Como, aparte de poderoso, es críptico, la solución se verá a la vuelta de la Semana Santa.

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