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Tribuna:
Tribuna
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Cardiaco

Me llamo Leocadio C. R. y soy detective privado. Ahora me llaman Leocardio el del infarto. Por motivos profesionales me he infiltrado una temporada en el hospital Ramón y Cajal haciéndome pasar por paciente coronario. La verdad es que no me ha sido nada difícil disimular el mal, porque soy colchonero y, además, de izquierdas: se me encabritan los pulsos cada vez que pienso en el Atlético de Madrid o en los avatares de la política. Pero ésa es otra historia.Una empresa de medición de audiencias me contrató para detectar in situ las preferencias televisivas en las unidades coronarias de los grandes hospitales, magnífico escaparate de las querencias populares y auténtico mentidero de Madrid. La sección de cardiología es el pulso del pueblo. Como están con el corazón en un puño, los internos propenden a engancharse a la televisión, la crítica de la razón pura y la confección de trajes a medida para todo bicho viviente.

No sólo he conseguido realizar un informe desolador, certero y francamente optimista de los gustos televisivos, sino que, de paso, he capturado el latido íntimo de Madrid a 2 de abril de 2000. Que nadie se llame a engaño, y que todo el mundo se entere de que lo que más preocupa a las masas en estos momentos es la esperpéntica historia de un ex guardia civil con nombre de culebrón que birló 50 talegos a un guiri, se casó con la hija de una tonadillera y un boxeador, y se gana el pan humildemente con el sudor de su frente y con sus enseñanzas en la televisión. No piensen ustedes que todo esto es cháchara de mercado y peluquería. Para inmensa desolación de los sociólogos y los hispanistas, la tercera edad, ellas y ellos, está enfangada hasta las cejas en la tortuosa vida y milagros de personajes sonrojantes. Si usted quiere saber de metafísica pélvica, pregunte a su suegro, a su madre, a Karmele Merchante, a la Tómbola, a la Ana Rosa Quintana, a la Terelu y a las madres y padres de todos ellos y ellas. Jesús Mariñas se ha hecho con el corazón de la tercera edad. Madrid, otrora placer de angulas, está al borde de una anguila de pecho.

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