_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Smoke Police

Los Ángeles, año 2000. Pedro Almodóvar, cineasta madrileño (con todos mis respetos al resto de la geografía nacional, incluido Calzada de Calatrava), recibe un Oscar en Hollywood a la mejor película en habla no inglesa por Todo sobre mi madre (cosa que no me creo, pues estoy convencida de que se lo han dado a él, a Pedroooo, a toda su obra, y porque los dictadores norteamericanos de usos y costumbres han decidido -vaya a usted a saber por qué, ya nos iremos enterando- que ha llegado el momento oportunista). Al final de la ceremonia, Almodóvar, su equipo y sus invitados celebran el triunfo en una discoteca preparada al efecto, llamada, curiosamente, The Factory. Al parecer, Pedro Almodóvar sólo impuso una exigencia: que en el local pudiera fumarse (y se refería, en principio, sólo a tabaco) libremente. Algunos de los presentes, conocedores de la vida cotidiana californiana, se asombraban de que se hubieran dispuesto, incluso, ceniceros. La Smoke Police no se pasó por allí. Mariano Rajoy, ministro de Cultura español, pudo fumarse un puro sin ser llamado al orden mundial, zarandeado, expulsado de la sala.Así que Smoke Police. Hay que reconocer que resulta chocante, cuando no irritante, el grado de imbecilidad al que puede llegar una cultura. Un país en el que se asesina a reclusos, un país de violencia policial racista, un país de bombardeos a poblaciones civiles, un país poderoso que no interviene donde hace falta porque no le interesa, un país que obliga al presidente de su Gobierno a pedir perdón en la plaza pública porque se la han chupado, un país que siembra el mundo de despedazados en forma de hamburguesa, está dotado de un cuerpo de seguridad que como te pille fumándote un light se te cae el pelo. No sé si la Smoke Police californiana es pública o privada, en un país sin Seguridad Social. Supongo que privada, es la tendencia global. En Madrid, acorde con los tiempos, empieza a producirse un fenómeno de privatización que consiste, entre otras cuestiones venidas y por venir, en que los cuerpos de represión ya no pertenecen sólo al Estado. De hecho, los locales nocturnos disponen de personal contratado que vela violentamente por la observancia de las leyes. Tienen muy mala pinta y muy malos modales, como los policías de toda la vida, y me han contado que la mayoría procede de las filas de la ultraderecha (en algún sitio habrá que colocar al chico, como a los pobrecitos antidisturbios de antaño, cuyo trabajo consistía en matar estudiantes con pelotas de goma porque en su pueblo sólo podían dedicarse a la agricultura). Como de toda la vida Spain is diferent (ya lo decía Manolo antes que Pedro), aquí sí se puede fumar tabaco, pero sin mezclar con ningún derivado del Cannabis, esa planta medicinal de extendido consumo. Lo prohíbe una Smoke Police privada para que la pública no les cierre el local.

Traigo a colación este pequeño detalle de nuestra realidad cotidiana porque a lo mejor los de la Academia y los del puro no se han dado cuenta de que, al margen de las consideraciones cinematográficas que unos y otros pudiéramos formular acerca de las películas de Pedroooo, lo que Almodóvar significa, para buena parte del mundo y para Madrid en concreto, es un punto de vista, llevado a predicamento, a comportamiento ejemplar, que incluye homosexuales y lesbianas, travestidos y transexuales, consumidores de drogas blandas y duras, enamorados, perdidos y familiares de otro orden social. Almodóvar se ha convertido en un profesional y, como es lógico, ha debido integrarse, para hacer películas, en ciertos mecanismos de la industria, pero la impronta de su ideología sigue siendo la misma (Madrid no se puede concebir sin ella) que la que iba dejando hace 20 años por el Rockola o por el Baile el Baile, donde le veíamos evolucionar vestido de maruja con un sentido de la provocación muy necesario entonces, fomentando, dirigiendo ya con convicción los primeros pasos de muchos libertinos, como MacNamara, Eusebio Poncela o Bibí Andersen, pioneros de un estado de tolerancia comprometida y lúdica. Almodóvar no se cortaba un pelo, porque, como todo buen ególatra, lo tenía muy claro, gracias a Dios, al Jesús de Medinaceli o a san Judas Tadeo. Tan claro como debemos seguir teniéndolo todos. Porque la libertad privada es lo más importante de la cosa pública.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_