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Nacionalismo y democracia

Juan José Solozábal

Para Agustín Ibarrola, con admiración y afecto Cada vez me resulta más evidente que los problemas de compatibilidad del nacionalismo con la Constitución proceden no tanto de los presupuestos de ésta, esto es, su condición de marco político de una comunidad, el pueblo español, cuya identidad no se quiere compartir, como de su propio contenido, esto es su condición de norma democrática.

De manera que al final, en su plano más profundo, la enemiga constitucional en el imaginario nacionalista no estaría manifestando tanto una oposición entre dos sujetos políticos, si lo decimos en términos schmittianos, de incompatibilidad existencial irreductible, cuanto una resistencia del nacionalismo vasco, al menos en su prevalente conformación actual, a admitir cabalmente las exigencias de la democracia.

Lo que me pregunto en definitiva es si las resistencias constitucionales del nacionalismo no derivan, sobre todo, de una insuficiente comprensión de la democracia, que es algo más que un sistema político en el que se decide por mayoría para la ocupación de poder y en el funcionamiento de las instituciones, pues se trata de un orden establecido sobre unos fundamentos de libertad, tolerancia y apertura, que son justamente los que caracterizan, más allá de la atribución del poder último a un cierto sujeto político, a la ordenación constitucional española. No hay, es lo que quiero decir, democracia sin constitución, de manera que el funcionamiento del sistema político según la voluntad de la mayoría sea absolutamente libre y sin temor a que se introduzca una tiranía, que no por tener una base más amplia resultará menos injusta y temible que la que pudiese imponer una minoría.

De manera que es importante saber cuáles son esas exigencias del orden constitucional que justifican la regla de la mayoría, esto es, que hacen posible el funcionamiento de las instituciones democráticas, legitimando sus resultados; y después, averiguar por qué el nacionalismo tiene dificultades para asumir tales exigencias, agotando en lo que no deja de ser una parte, sus instituciones, todo el orden democrático o constitucional.

La democracia, si es algo, es un orden político abierto y libre. La primera característica se refiere a las posibilidades del sistema político democrático que no están relacionadas necesariamente con ninguna finalidad o exigencia que no consistan precisamente en asegurar hacia el futuro dichos rasgos de apertura y libertad.

Esto quiere decir que no hay ningún fin político de consecución incuestionable, como, por ejemplo, "la construcción nacional", para la justificación del sistema, y además, que en principio en una democracia la diferencia entre los diversos objetivos de las fuerzas políticas no tiene un significado cualitativo, de modo que per se existan diferencias considerables entre las diversas ideologías políticas. Así, en una democracia no caben planteamientos "redentores" ni resulta aceptable pretender el contraste abismal en su pertinencia entre unas ideologías y otras. La democracia es, por ello, un sistema que excluye el dogmatismo y se basa en el relativismo y el escepticismo.

Ello quiere decir, por tanto, que ningún sector de la población puede presentarse como la "mejor parte", o como la representación auténtica de un pueblo que trascendiese a la sociedad actual en su plural conformación. En efecto, la apertura de la democracia, en cuanto capacidad de una sociedad para decidir sobre su forma política, la libera de ataduras derivadas de patrones o representaciones políticas con vigencia ahistórica y, si se quiere utilizar la expresión, metafísica.

No hay entonces un pueblo o una nación con exigencias impuestas sobre la sociedad democrática: el pueblo actual decide con libertad absoluta y responsable, sobre los requerimientos espirituales a mantener respecto de su pasado y en relación, también, con su futuro. Pero, insisto, sin que esas referencias puedan impedir la decisión democrática y libre de la sociedad vasca actual.

La desdramatización de la democracia que se deriva de la "levedad" de sus orientaciones políticas impide también, frente a lo que quiere el nacionalismo, considerar al sistema político fuente o condición de la felicidad, no ya sólo del individuo, sino del grupo o pueblo. La "felicidad", frente a lo que cree el nacionalismo, es asunto de cada uno: lo que hemos de pedir al Estado es que, renunciando a conseguir nuestra "salvación", no nos cause, utilizando la expresión hobessiana, la miseria, el enfrentamiento y la muerte.

La democracia, además, es un sistema político libre, que necesita de la libertad para funcionar y a la que no puede suprimir para el futuro, aunque sea a través de decisiones de la mayoría. La libertad, o capacidad de autodeterminación política, supone antes de nada la liberación del miedo, esto es, la posibilidad de los ciudadanos de decidir según su propio criterio, sin coacción alguna ni temor a represalias y venganzas.

Es este significado de la libertad como requisito ineludible de la democracia lo que, más allá de su repugnante sentido criminal, no ha captado el nacionalismo en el uso de la violencia política en Euskadi, según se desprende de su actitud frente a la utilización o provecho de la misma.

Sin paz no hay democracia, porque no hay libertad, y la democracia es un sistema que necesita de la libertad para existir y funcionar. Sólo la libertad legitima la voluntad de la mayoría, la hace verdaderamente justa, general, en el sentido roussoniano, pues se trata de una decisión que se ha formado sin imposiciones y que admite su sustitución en el futuro por otra sustentada en una nueva mayoría.

Es entonces, quizás, la contaminación con el dogmatismo y su transigencia con el fascismo lo que complica las relaciones del nacionalismo con la democracia y lo que permite entender de manera más cabal que, como decía al principio, los problemas "constitucionales" del actual nacionalismo vasco, bien mirados, no son sino sus problemas con la democracia.

Juan José Solozábal es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Madrid.

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