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Putin confirma en su puesto al ministro de Defensa y perfila una política continuista

Ajeno aparentemente a las cábalas dentro y fuera de Rusia sobre el rumbo que impondrá en el país, el presidente electo, Vladímir Putin, se esfuerza en dar la impresión de que pretende un cambio tranquilo, ajeno a los traumatismos que caracterizaron la era de Borís Yeltsin. Su mensaje a los ministros es que no deben preocuparse por el tiempo que les queda en el cargo, sino que deben seguir trabajando normalmente porque el país no se puede permitir el lujo de echar a perder por culpa de las intrigas políticas el mes largo que queda hasta la toma del nuevo presidente, que se producirá en torno al 5 de mayo.

Con la enigmática cara de póquer que le caracteriza, Putin sigue sin mostrar sus cartas. Como durante la campaña, sigue sin prometer nada concreto, pero da a entender que satisfará todas las expectativas, tanto las de los demócratas partidarios de continuar las reformas económicas liberales (en un marco de libertades formales) como las de los estatalistas o las de quienes piensan que sólo una involución autoritaria puede poner orden en el caos. Putin no da demasiadas pistas. La madrugada del lunes decía que "no hay que esperar milagros". Y ayer se mostraba aún más difuso al dirigirse en el Kremlin a un auditorio formado por militares y personalidades de la ciencia y la cultura: "Debemos consolidar nuestros esfuerzos y acometer juntos las tareas a las que se enfrenta la patria".

No cabe esperar grandes conmociones en las próximas semanas, sino, todo lo más, algún gesto continuista, como el que ayer ofreció al extender el mandato de su ministro de Defensa, Ígor Serguéyev, al que se consideraba en la cuerda floja y acosado por generales más radicales, como el jefe del Estado Mayor, Anatoli Kvashnín.

Pese a todo, la olla hierve, y se suceden las especulaciones sobre quién será el primer ministro de Putin. El actual vicejefe de Gobierno, Mijaíl Kasiánov, que ya ejerce en la práctica las funciones de número dos, es el máximo favorito, pero se habla también del jefe del equipo que prepara el programa presidencial, Herman Greff; del viceministro de Finanzas, Alexéi Kudrin; del viceprimer ministro responsable del complejo militar-industrial, Ilia Klebánov, e incluso se menciona al ex primer ministro Serguéi Stepashin.

Curiosamente, todos proceden de San Petersburgo, como el propio Putin, que tiene en su patria chica su gran punto de reclutamiento. El otro son los servicios secretos, de los que fue máximo responsable antes de llegar a la Casa Blanca. Él mismo fue espía del KGB durante 16 años. También se habla de cambios en la Administración Presidencial. El jefe de esa especie de Gobierno paralelo, Alexandr Voloshin, considerado un hombre del oligarca Borís Berezovski, dijo ayer: "Por supuesto que voy a dimitir, pero no sé cuándo". Tal vez nunca si el presidente electo le renueva su confianza.

Según Voloshin, que mentía al decirlo, los ceses y nombramientos en su departamento no son noticia. Lo cierto es que, con Yeltsin en el Kremlin, lo eran incluso más que muchos cambios de ministros, ya que era ahí donde se maquinaba una gran parte de los sorprendentes golpes de mano del primer presidente de Rusia.

La posición de la Duma

Por cierto, aunque no parece que la Duma (Parlamento) surgida de las elecciones de diciembre vaya a plantar cara a Putin, ayer hubo un indicio de que tampoco le va a poner una alfombra de rosas. El Consejo de la Cámara decidió someter a debate el primer decreto que firmó el entonces presidente interino cuando Borís Yeltsin le cedió el poder la pasada Nochevieja, con el que garantizaba la inmunidad a éste. El partido comunista (todavía el mayor de Rusia) lo ha denunciado como ilegal ante el Tribunal Constitucional.

El equipo económico ruso tiene estos días un grave motivo de preocupación: la evolución a la baja del precio internacional del petróleo. Si un acuerdo de los países productores lo hace descender de los 25 dólares por barril, la burbuja de recuperación económica podría perder gas. Así lo pronosticaba ayer Alexandr Shojin, presidente del Comité Bancario de la Duma, aunque Kasiánov, obligado por su cargo a ser más optimista, negaba que eso pudiese provocar un grave deterioro de la situación

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