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ARTE Y PARTE 22@bcn ORIOL BOHIGAS

A pesar de las noticias -demasiado escuetas- de los medios de comunicación, no sé si los barceloneses conocen con bastante detalle una operación que está empezando a formularse en su ciudad y que puede ser de gran trascendencia para su futuro. Me refiero a los planes de reforma y reutilización de las grandes áreas de Poblenou que en el Plan General vigente estaban destinadas a simples usos industriales. Su privilegiada situación, su escasa ocupación y la obsolescencia de muchos de sus edificios permiten imaginar un nuevo barrio de características muy especiales que dé entrada a las actividades productivas que se derivan de los nuevos modelos industriales y terciarios, mezclados con un elevado porcentaje de residencia y de actividades diversas. Es decir, el ensayo de un nuevo tipo urbano plurifuncional pero socialmente cohesionado.El Ayuntamiento ha abierto una primera información pública sobre las líneas generales del plan de este sector que tiene una superficie de 1,7 millones de metros cuadrados -equivalentes aproximadamente a 115 manzanas del Ensanche- y que actualmente está clasificado como zona 22a, es decir como asentamiento exclusivamente industrial, un asentamiento que en muchos puntos se ha tergiversado con la presencia real de algunos núcleos residenciales y con la presión cada vez más intensa de los que proponen construir nuevas viviendas ante la inoperatividad de algunas instalaciones y la perspectiva de unos solares utilizables, tan escasos en el municipio. Se propone cambiar este destino urbanístico por otro que se designa como subzona 22@bcn, en la cual la misma imagen de la @ ya quiere explicar una tendencia hacia el establecimiento de centros productivos de alta tecnología. Pero no se trata de un simple traspaso cualitativo, sino de coordinar una serie de funciones cohabitables e incluso complementarias que eviten la especialización excesiva de un terciario autónomo y temporalmente desértico que tan malos resultados ha dado en muchas ciudades europeas. Dentro de esta subzona se intenta agrupar una compleja estructura funcional en la que se incluya en porcentajes establecidos la industria y los almacenes no incompatibles, las oficinas, los comercios -salvo las grandes superficies-, la residencia -hoteles, apartamentos, viviendas que atiendan a las nuevas necesidades tipológicas- y los servicios y equipamientos correspondientes. En resumen, podría ser una operación que tiene pocos precedentes en la mecánica del urbanismo: lograr espacio para situar las actividades terciarias -un déficit realmente importante en Barcelona- sin caer en los desastres del gueto unifuncional para funcionar como el motor de una nueva realidad urbana de alta potencia social.

El déficit terciario en Barcelona es una de las causas de la ausencia -o el exilio hacia otras ciudades españolas- de muchos centros productivos, fenómeno que quizá hay que considerar en la misma base de la crisis de actividad que tan a menudo hemos denunciado estos últimos años, si nos resistimos a aceptar que el problema es exactamente el inverso, a saber: no hay plazas terciarias porque el mercado desconfía de la política catalana y no las reclama. Sea lo que sea, es un problema cuya solución hay que enfocar, empezando por un ensayo de oferta. Comparemos, por ejemplo, con Madrid donde hay 6 millones de metros cuadrados de industria y 12 millones de metros cuadrados de actividades terciarias. En Barcelona el desequilibrio es inverso: 11,6 millones de metros cuadrados de industria y 5,2 millones de metros cuadrados de terciario. Las cifras barcelonesas podrían ser satisfactorias hace años, pero no ahora, cuando las nuevas tecnologías han hecho cambiar el peso productivo y su calidad: las actividades terciarias presentan una alta participación productiva en sustitución de los antiguos establecimientos industriales.

Poner en marcha la transformación del Poblenou con aquellas condiciones de integración urbana, exige una gestión muy complicada. Pero en el anteproyecto municipal se indican unas vías inteligentes para resolverlo. No podemos ahora entrar en detalle, pero hay tres puntos metodológicos que hay que subrayar. El primero es la determinación de distintos coeficientes de edificación como acicate para que los promotores privados se decidan por los usos que se consideran más apropiados. El segundo es el establecimiento de unas unidades de actuación a partir de la base morfológica de la manzana que permitirán desarrollar planes especiales a una escala adecuada a la dimensión de las propiedades actuales. El tercero es la reserva de cuatro grandes áreas en las que la propia Administración tomará la iniciativa con la ubicación de aquellos sectores que se consideran de mayor importancia, como por ejemplo las editoriales, los centros de producción audiovisual o la investigación de nuevas tecnologías. No se puede negar que la gestión es difícil y que comportará grandes riesgos, pero parece que esta vez el Ayuntamiento es consciente de la envergadura del propósito y está dispuesto a organizar los instrumentos de gestión y las bases económicas para que la imaginación y el riesgo no decaigan. Esperemos, no obstante, a doblar las campanas del entusiasmo hasta comprobar las próximas decisiones.

Pero hay también otro tema que, de momento, no parece claramente instrumentado. Me refiero a la determinación de una morfología y un contenido urbanos que den al barrio su consistencia social y hasta su carácter figurativo y representativo. No se trata de reordenar un barrio para convertirlo en un simple almacén de actividades múltiples eficazmente coordinadas, sino de reconstruirlo profundamente, apoyar su nueva identidad y hacerlo vivir como un sector urbano moderno. En los bordes del sector hay ya elementos muy significativos que personalizarán el barrio: la prolongación de la Diagonal, los distintos sectores del frente marítimo -desde la Villa Olímpica hasta Diagonal-Mar-, la potenciación de los márgenes del Besòs, los restos de la antigua estructura del barrio como la magnífica Rambla. Pero son insuficientes. Hay que lograr que en la evolución de esta propuesta se proyecten, se definan con una autoría radical las características del espacio público y su intervención en la vida social del conjunto. Y el método para el desarrollo de este proceso proyectual no es fácil porque debe atender a la flexibilidad y a la variante intervención privada que se establece en la misma propuesta. Habrá que imaginar un sistema no muy frecuente hasta ahora: la creación de un equipo "autor" que lo siga siendo con poder decisivo a lo largo de todo el proceso. No se trata, por lo tanto, sólo de un tema de gestión, sino de un tema de control de calidad.

Últimamente se han levantado muchas alarmas sobre la relativa decadencia de Barcelona dentro de la evidente decadencia de todo el entramado económico, social y cultural de Cataluña. Quizá el proyecto de la subzona 22@ nos abra la esperanza de un nuevo arranque que genere un nuevo empuje urbano. De todas formas, me resisto a reconocerlo inmediatamente y sin pruebas palpables, porque todavía me siento, ante tantos problemas acumulados, suavemente pesimista. ¿Es cierto que habrá demanda empresarial y capacidad gestora para hacer realidad ese nuevo barrio en los próximos años?

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