Tiempo de Putin
¿Podrá Putin sacar a Rusia del caos? Eso es lo que esperan los votantes de una sociedad desmoralizada hasta el punto de elegir presidente en primera vuelta, con más del 52% de los votos, a un ex miembro del KGB de 47 años, que se ha instalado en el Kremlin de forma sospechosamente meteórica y que ha rematado la faena con una rotunda victoria electoral. Vladímir Putin se ha convertido en el segundo presidente democráticamente elegido de la Rusia poscomunista, tras ocupar el puesto tres meses en funciones a raíz de la dimisión de Yeltsin.Sin duda, ha habido irregularidades, como las denunciadas por observadores internacionales, y más en Chechenia, un territorio en el que Putin ha conseguido una abultada victoria a resguardo de controles externos, apenas unas semanas después de librar una guerra de ferocidad extrema, inacabada y quizás inacabable, en todo caso acompasada a los designios electorales.
Pero en general, la victoria ha sido clara, entre otras razones, porque Putin carecía de verdaderos adversarios, con la excepción de Guennadi Ziugánov, que, con cerca del 30% de los votos, ha demostrado la fuerza que aún tiene en Rusia el Partido Comunista. Si en algo coinciden Ziugánov y Putin -que aúnan más del 82% de los votos- es en un mensaje de mano dura, lucha contra el crimen, orden y patriotismo. Sin embargo, está por ver cómo se relacionará el nuevo presidente con la oligarquía económico-financiera: si acabará dominándola o se dejará arrastrar por ella en medio de un sistema corrupto. Una primera indicación llegará con el nombre de su primer ministro. La tarea es hercúlea: poner a funcionar un Estado en quiebra, o inexistente en muchos ámbitos, y desarrollar una sociedad deprimida, acostumbrada a no pagar impuestos y presa de las mafias. "Estado fuerte" es el único lema. Pero no dispone de todo el tiempo para abordar las reformas ni cabe esperar milagros inmediatos, como Putin reconoció ayer. Pero tampoco puede demorar las difíciles decisiones que debe tomar.
Para Occidente, Putin será un interlocutor no dependiente de su estado de salud, como Yeltsin, pero no por ello más cómodo. En los momentos clave, como la ampliación de la OTAN al Este o la guerra de Kosovo, Yeltsin siempre respondió a los intereses occidentales. Ayer mismo dos elementos preocupantes acompañaron el triunfo de Putin: la salva de tres misiles balísticos de largo alcance con que lo saludaron los militares y la inesperada declaración del ministro de Asuntos Exteriores, Ígor Ivanov, según la cual Moscú va a adoptar una nueva política exterior, "más realista" y adaptada a los intereses geopolíticos y económicos de Rusia. Sea como sea, el interlocutor es Putin, al que la UE quiere brindar su apoyo, porque es el único posible y porque le interesa que el orden reine en Rusia, aunque no a cualquier precio.
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