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Tribuna:LA HORMA DE MI SOMBRERO
Tribuna
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'El general de la Rovere' JOAN DE SAGARRA

El pasado lunes fui, con Juan Marsé, a ver a Terenci Moix a la clínica Teknon. Previamente, habíamos concertado la cita con Inés, la secretaria de Terenci, la cual nos informó de que la clínica se halla en el número 12 de la calle de Vilana. "¿Sabéis dónde está", añadió Inés por teléfono. "Lo sabemos", le respondí. Cómo no iba a saberlo: la clínica Teknon está donde antes estuvo el Asilo Durán, a medio camino entre los que fueron mi domicilio (en la plaza de la Bonanova) y mi colegio (en la entonces calle del Doctor Amigant), a finales de los cuarenta, durante los cincuenta y principios de los sesenta. El Asilo Durán, un reformatorio para menores sobre el que, siendo chaval, había oido contar en casa auténticas atrocidades.Encontramos a Terenci en relativa buena forma, al parecer repuesto de los dos sustos que se llevó, que nos llevamos todos, y dispuesto a dejar el tabaco. Marsé y yo hablamos del Asilo Durán y me dio la impresión de que Terenci no lo asociaba con la actual clínica Teknon. Pero sí sabía de su triste, sórdida fama. "Nen, si no fas bondat acabaràs penjat del parallamps del Asilo Durán", parece ser que le decía al díscolo Ramonet su tía Florencia.

Al regresar a casa dudé entre pasar parte de la noche releyendo Tanguy, la primera y celebérrima novela de Michel del Castillo -que estuvo en el Asilo Durán-, en la traducción de Olga Beltrán de Nanclares (Ikusager Ediciones, 1999), o bien ver en la tele El general de la Rovere, en el programa de la TV-2 Qué grande es el cine, de Garci y sus muchachos. Al final no hice ni una cosa ni otra -Tanguy me deprimiría y el programa de Garci, entre los cortes publicitarios con que se castigaría a la película de Rossellini, doblada al castellano, y los comentarios del propio Garci y de sus cinéfilos amigos, acabaría cabreándome, como en otras ocasiones en que caí en la tentación de ver su soporífero programa. Total, que decidí pasar la noche con la Roma clandestina de Fulvia Ripa di Meana, un libro testimonio sobre la Roma de 1944, todavía en manos de los nazis; un libro publicado a finales de aquel año, en una edición restringida, para familiares y amigos, y que ahora vuelve a editarse para el gran público (Kaos Edicioni).

En aquel libro de Fulvia Ripa di Meana se halla el origen de Il generale della Rovere (1959), el filme de Rossellini. De ahí, de ese libro para los familiares y amigos, pilló Indro Montanelli el relato que luego serviría para realizar el guión del filme, en el que intervinieron Sergio Amidei, Diego Fabbri, Roberto Rossellini y el propio Montanelli, el cual no se mostró nada satisfecho con el resultado final.

En el relato de Montanelli y en la película de Rossellini, Fulvia Ripa di Meana sería Chiara Fassio, la mujer del teniente Michele Fassio, apresado por los nazis y que acabará siendo fusilado. Pero en la realidad, en la crónica de aquella Roma del 44 contada por Fulvia, el detenido es otro: el coronel Giuseppe Cordero Lanza di Montezemolo, primo de Fulvia, jefe del frente militar clandestino que el ejército había organizado tras la vergonzosa huida del rey y del mariscal Badoglio.

Fulvia sabe que su primo se encuentra preso en el palacio del príncipe Francesco Ruspoli, en Via Tasso, donde es salvajamente torturado por el capitán Priebke, de la SS, e intenta salvar su vida. Lo intenta todo, incluida la obligada visita al Santo Padre, Pío XII, acompañada de la princesa Colonna. La escena, tal como Fulvia la cuenta en el libro, bien se merecería un plano del filme de Rossellini: Fulvia se arrodilla, el Papa la hace alzarse, la invita a sentarse frente a él y ella lo ve "magro, emaciato, vestito di bianco, con una esplendida croce di brillanti e zaffiri che scintilla sul peto".

El coronel Giuseppe Cordero Lanza di Montezemolo muere fusilado en las Fosse Ardeatine el 24 de marzo de 1944. Al día siguiente, otro coronel, felón, una rata de la República de Salò, el coronel Giorgio Loffranco, la llama para decirle que el coronel Giuseppe Cordero Lanza di Montezemolo "e' vivo, sta bene, gli ho parlato all'ambasciata tedesca". Y la rata de Salò le pide dinero a Fulvia para untar a los nazis que tienen preso a su primo, para evitar su muerte. Fulvia, a diferencia de la Chiara del filme de Rossellini, desconoce que éste ya ha sido ajusticiado, y duda. "Mi dia la parola d'honore". "Parola di ufficiale". "Me lo vuol descrivere...". "Magro, capelli brizzolati". "Ma se sono biondissimi!". "E' incanutito in prigione"...

El coronel Giorgio Loffranco, el coronel felón, la rata de Salò, será, en el relato de Montanelli y en el filme de Rossellini, el mísero estafador Vittorio Emanuele Bardone, alias "l'ingegnere Grimaldi", alias "el colonnello Grimaldi". Será el falso general de la Rovere y morirá como un héroe.

Terminada la lectura del libro de Fulvia (231 páginas), a eso de las tres de la madrugada, me puse el vídeo de Il generale della Rovere, en italiano, sin cortes publicitarios, y llegué a la conclusión de que ese filme "alimentario" de Rossellini, según su propia confesión, no supera el relato de Fulvia. ¿Se imaginan ustedes el juego que hubiesen podido dar los zafiros auténticos de la cruz que lucía el Pontífice con ese zafiro oriental, falso, que "il colonnello Grimaldi" intenta colocar, por 50.000 liras, a unas entrañables putillas de un prostíbulo de Genova?

Il generale della Rovere no es, ni de lejos, un gran filme de Rossellini, pero sí constituye una morrocotuda interpretación de Vittorio de Sica. Basta y sobra con esa escena en la que el general de la Rovere (De Sica), en la cárcel milanesa de San Vittore, se toma, degusta, una taza de café, café café, de verdad, napolitano. Dos cucharadas de azucar en la taza, luego otra. Cuatro cucharadas más que esconde en un sobre, y dos cucharadas más que se zampa, cerrando los ojos, feliz. Chaplin no lo hubiese hecho mejor. Qué grande eres, Vittorio.

P.S. Hace 50 años, en Hollywood, Vittorio de Sica se llevaba su segundo Oscar por Ladri di biciclette (1948, el mismo año en que Bartali gana el Tour de Francia y aparece la Vespa). Hoy, el filme de De Sica es un clásico. Ojalá Pedro Almodóvar pueda decir lo mismo en 2050 de Todo sobre mi madre. Suerte, chaval.

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