Moscú busca coexistir con la UE sin integración, pero sin exclusión
Rusia se afirma como potencia euroasiática, pero siente necesidad de ponerse al día ante la Unión Europea. Moscú quiere saber cuál es el lugar que le reserva la política exterior y de defensa de los Quince, averiguar si le conviene servirse del euro y ha sondeado incluso la posibilidad de un estatuto especial para Kaliningrado, el enclave ruso que en pocos años se transformará en un enclave dentro de la UE. Sin embargo, la relación entre Europa occidental y la Rusia de Vladímir Putin dependerá de las cartas que éste destape.
Putin, el previsible presidente del primer país del mundo por su territorio y el segundo por su potencia nuclear, era aún jefe del Gobierno en octubre de 1999 cuando asistió a la cumbre con los líderes de la UE en Helsinki. El elegido de Borís Yeltsin llevaba un documento en la cartera: la estrategia para el desarrollo de las relaciones entre Rusia y la Unión Europea para la década 2000-2010. El texto, redactado en el Ministerio de Exteriores, era la respuesta a la estrategia hacia Rusia, que la UE aprobó en junio en Colonia. En medios de la política exterior de los países de la UE, la acogida a la estrategia ha sido mixta. En parte, porque los europeos son más escépticos ante los papeles después de que Moscú incumpliera promesas como la de permitir a los bancos europeos operar en su territorio, y, en parte, porque la guerra de Chechenia ha afectado negativamente a la cooperación.
La ampliación de la EU plantea ahora la necesidad de redefinir la relación con Rusia "sin integración, pero sin exclusión", según la investigadora Iris Kempe, del Centro de Investigación Política Aplicada de Múnich. Rusia, que se convirtió en vecina directa de la Unión Europea con la entrada de Finlandia en 1995, tendrá cuatro vecinos más de la UE en el plazo de tres años (Estonia, Letonia, Lituania y Polonia) y la lista no se acabará ahí.
René Nyberg, responsable de Asuntos del Este en el Ministerio de Exteriores de Finlandia, ha advertido de la existencia de un "abismo creciente" entre la UE en proceso de ampliación y Rusia. En un seminario internacional organizado por la fundación Bertelsmann en la ciudad de San Petersburgo, Nyberg consideró como "rasgos alarmantes" las fracturas socioeconómicas en la frontera ruso-finlandesa y las que se abren entre los países del Báltico y Polonia, por una parte, y Rusia por la otra.
La estrategia de Rusia aspira a asegurar los intereses de este país en una UE ampliada y refleja el temor de Moscú a quedarse fuera de los procesos de integración a su alrededor. Para Nyberg, el texto "representa un salto cualitativo en la percepción de la Unión Europea". Los rusos han prestado hasta ahora poca atención a las dimensiones políticas de la EU.
Rusia ofrece a Europa acuerdos sobre recursos energéticos y materias primas, construir infraestructuras de transporte, incluir el euro en las reservas exteriores del Banco Central de Rusia y colaborar militar y técnicamente con la idea de establecer una "identidad de defensa" europea común. La UE, en contrapartida, debería contribuir a consolidar el papel de Rusia como "potencia dirigente" en la Comunidad de Estados Independientes (CEI), es decir, los países postsoviéticos interesados en una relación especial con Moscú. La región de Kaliningrado tiene un lugar especial en la visión rusa de Europa. Moscú aspira a convertirla en una zona piloto que se beneficie de la cooperación interregional dentro de la UE y de Rusia.
Alemania, uno de los motores de la ostpolitik de la UE, no muestra especial prisa por acelerar la dimensión rusa. El ministro de Exteriores, Joschka Fischer, se ha referido recientemente a la necesidad de tener "paciencia estratégica" y entender que Occidente sólo puede influir de forma limitada a Rusia. El interés rutinario de Fischer por Rusia se aviva, no obstante, ante los peligros nucleares del espacio postsoviético. El canciller Gerhard Schröder podría ser más receptivo si Putin asegurara, por fin, una protección legal a la inversión extranjera.
Ambos políticos han hecho hincapié en la brutalidad de la campaña militar rusa en Chechenia, pero las consecuencias prácticas se han limitado a la congelación de una visita que Putin quería hacer a Alemania cuando era jefe del Gobierno.
Un supuesto europeo
Los políticos rusos que defienden la imagen de Vladímir Putin en Occidente suelen subrayar en Berlín que éste es un "europeo" dotado de supuestas virtudes alemanas, como la exactitud y la puntillosidad. Los artífices de la política exterior no se entusiasman por estos atributos, en parte porque conocen la tentación rusa de jugar el juego de gran potencia con Estados Unidos. En el libro En primera persona, el líder ruso no ocultaba que se había sentido halagado por el trato de favor que le dispensó Bill Clinton en su encuentro el año pasado en Nueva Zelanda y reflejaba el placer que experimentó al pasar junto al presidente norteamericano entre los otros dirigentes allí reunidos.Varios altos cargos rusos han repetido consignas a veces sorprendentes por su primitivismo en Berlín, lo que ha sembrado cierta inquietud sobre el nivel intelectual del nuevo equipo político ruso.
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