El andalucismo, una apuesta de futuro
En este momento de la historia ninguna organización política (salvo las condenadas al fracaso) puede anquilosarse en disputas internas ni en absurdas aspiraciones individuales. El principio más rotundo de los que sustentar cualquier partido es el del servicio a la sociedad de la que emana, que, para el Andalucista, es y continuará siendo la andaluza. La experiencia confirma que la ciudadanía, cualquiera que sea el ambiente en el que se manifiesta, reclama dos cuestiones esenciales en los partidos políticos: solidez interna y firmeza colectiva para gobernar el proyecto ofrecido a la sociedad. Los partidos, ahora mismo, sea cual sea su orientación ideológica y pragmática, no deben ni pueden aislar a la sociedad que represente del mundo gestado en 1989, con la caída del muro de Berlín.El nuevo mundo está en constante cambio e impone paradigmas como el de la globalización económica, la revolución tecnológica y el pensamiento único, aspectos que, por su indudable trascendencia, tiene que tener el tratamiento adecuado en el ideario andalucista. Y algunos otros más, de similar significado: la configuración del Estado, la construcción europea, la integración estratégica de Andalucía en el desarrollo del área mediterránea y la incardinación práctica en las transformaciones sociales. Este perfil de la actualidad, y, por tanto, del futuro, condiciona cualquier otro debate; un debate que debemos acometer desde una profunda y serena renovación, sin sobresaltos ni aventuras personales de las que ya tenemos una amarga y dolorida memoria.
Los andalucistas nos debemos a la sociedad andaluza y, por esa dulce circunstancia, mantengo, practico y promuevo la renovación del partido. Y tengo perfectamente claras las ideas de esa renovación, tan necesaria. Ahí, en los antecedentes, está la prueba. Ahora, el momento es bueno para replantearla y acentuar la línea de progreso avalada por los andaluces en las elecciones municipales, europeas, autonómicas y generales del Estado. Tenemos casi cuatro años por delante para continuar avanzando en el proyecto renovador que nos ha traído tan buenos resultados, una confirmación cuantitativa y, también, cualitativa, puesto que la conciencia andalucista está en ascenso, a la espera de constatar que somos capaces de superar las adversidades que siempre frenaron el provenir del andalucismo.
La primera obligación, la sinceridad consigo mismo. El andalucismo adoleció casi siempre de personalismos y, aún hoy, en distintos ámbitos del partido, nos quedan reminiscencias que estoy seguro terminarán abandonando el ego para integrarse, con sus indudables e indiscutibles valores y capacidades, a la idea de fortalecer y consolidar el colectivo andalucista. En nuestra reciente e inmediata historia, tenemos la referencia ejemplar de andalucistas de reconocida valía que han dimitido en las instituciones por principios éticos y morales o han pasado, voluntariamente, a un segundo plano de la actividad pública. Ahora bien, debemos concentrarnos en las cosas una por una y, quizás, la principal sea la de hablar menos de las personas y debatir más sobre ideas.
La renovación es una palabra hermosa, pero su práctica no puede quedarse en la palabra o en la mera sustitución de unas personas por otras, que también. Hay que aplicar la dimensión de la palabra a un ideario político, económico y social que conforme las aspiraciones andalucistas para el progreso y bienestar de la sociedad andaluza. Debemos readaptar el proyecto para la Andalucía del futuro, la Andalucía que queremos. La renovación tiene que ser la que interesa al andalucismo, olvidándose de los perfiles individuales. Hemos concluido, en positivo, una fase renovadora y lo hemos logrado sin víctimas ni grandes traumas, con el tacto y la precisión propia de los cambios generacionales.
Ahora, la siguiente fase será más profunda, en la misma línea de validez y utilidad, pero sin desprestigiar a militantes cuya eficacia y vitalidad en el tiempo (sea cual fuere, todas son igualmente reconocidas), permite que el andalucismo esté recobrando su original y rejuvenecedor espíritu. Nadie es imprescindible, pero tampoco podemos permitirnos el falso lujo de prescindir de nadie. Todos somos necesarios. Una necesidad cooperativa y solidaria con la que también debemos abordar la jornada festiva del Día del Partido Andalucista.
Antonio Ortega es secretario general del Partido Andalucista.
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