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Un albergue para indigentes cierra un mes antes de lo previsto por agresiones a sus encargados

El Don de María, un albergue para indigentes regentado por la asociación católica Casa de los Pobres en un local municipal del parque del Emir Mohamed I (Centro), ha tenido que cerrar sus puertas a mediados de febrero, un mes antes de lo previsto, tras las agresiones que sufrieron tres de sus voluntarios por parte de varios usuarios. Este refugio de 80 plazas, creado en 1996 a través de un convenio con el Ayuntamiento de Madrid, sólo funciona de noviembre a marzo, por lo que, de no ser por los problemas de violencia, debía seguir abierto hasta la próxima semana.

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Ignacio Sémelas, presidente de la Casa de los Pobres, explica que en este último año la totalidad de las personas cobijadas en el albergue eran inmigrantes; el 90% de ellos, hombres de 25 a 35 años. "Día a día ha aumentado la tensión, porque en el mismo espacio convivían personas de las más diversas culturas y nacionalidades: polacos, ucranios, marroquíes, nigerianos... Todos tenían en común un gran desarraigo y mucha decepción por lo que esperaban conseguir en España y lo que han encontrado. Eso, junto a la dureza de su vida diaria y el consumo de alcohol y drogas, ha creado una situación muy difícil", asegura. El objetivo de la asociación era llegar "a los más pobres de los pobres". Es decir, a los indigentes con mayores problemas de desarraigo y salud mental; muchos de ellos, de edades avanzadas. Pero al final se ha convertido en un albergue casi exclusivamente de inmigrantes. Según Sémela, en los últimos meses se habían creado clanes que impedían acceder al recinto a personas mayores sin hogar.

El detonante del cierre temporal fue la paliza que un grupo de polacos propinó a uno de los tres voluntarios que viven en el centro junto a un sacerdote. "Los otros también habían sido golpeados antes. Este último caso lo denunciamos, y eso generó nuevas amenazas, lo que hizo la situación insostenible", apostilla Sémelas.

El propósito de la asociación es volver a abrir el refugio en la próxima campaña de frío, que comenzará en otoño, y cuenta para ello con el apoyo del Consistorio. Antes espera que se reincorpore al proyecto Enrique González, un sacerdote encargado de actividades formativas que ahora se encuentra de peregrinación en Tierra Santa y que promovió su asociación. También prevé adoptar mayores medidas de seguridad, como la presencia de un guarda jurado para evitar las situaciones que ha vivido este año.

Este albergue abrió con la intención de llegar a los indigentes más reacios a los controles y los horarios. En él no se pide documento alguno y tampoco se sigue ningún programa profesionalizado de atención social, aunque sí se facilita apoyo humano. Sólo se exige una actitud de respeto al resto de los usuarios. El recinto se considera un recurso de baja exigencia y cuenta con escasas comodidades, ya que, en lugar de camas, dispone de una tarima con colchonetas y mantas, y en él no se ofrece comida caliente, sólo un café con magdalenas o un caldo.

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Durante el primer año, el refugio permanecía abierto toda la noche, pero, como las constantes entradas y salidas de los usuarios impedían el descanso, se optó por mantener un horario: de nueve de la noche a ocho de la mañana.

En Madrid sólo hay un albergue para inmigrantes: el que regenta la Cruz Roja en San Blas. En él no se admiten familias.

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