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Tribuna:LA CRISIS DEL PSOE
Tribuna
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Reflexión poselectoral JORDI SEVILLA

Aunque la historia siempre la han escrito los vencedores, pocas veces, como ahora en España, algunos de los vencidos se prestan a hacerles ese trabajo. El PP ha sabido incrementar su voto en 465.000 personas y ello se ha traducido en 27 escaños más, que le dan la mayoría absoluta. ¿Invalida este hecho la crítica a su gestión que algunos hemos venido haciendo en los últimos cuatro años? Dicho de otra manera: el caos de Barajas, ¿no ha existido?, ¿nos hemos inventado el regalo de más de un billón de pesetas a las eléctricas?, ¿los baches de nuestras carreteras han desaparecido?, ¿no se utilizan ya barracones en los colegios públicos mientras aumenta la subvención a los colegios privados?, ¿la sanidad privada no ha visto mejorado su trato desde el Gobierno? ¿ha dejado de ser regresiva la reforma fiscal que han hecho?, ¿la permanente deslegitimación de la oposición en el Parlamento es ahora un modelo de actuación democrática? ¿Qué está pasando?

Hay que diferenciar el análisis de la realidad, la percepción pública que se tiene de esa misma realidad y las reacciones sociales ante ambos datos. Sigo creyendo que la narración sobre los cuatro años de Gobierno del PP que hemos hecho los socialistas se ajusta mejor a lo ocurrido que el cuento de hadas vendido por el PP. La España de las oportunidades que ofrecieron se ha convertido en la de los oportunistas y la de las oportunidades perdidas tanto en mejora de la equidad como de la eficiencia de la economía.

Sin embargo, es evidente que o bien no es ésa la impresión social mayoritaria o bien, aun siéndolo, la reacción electoral ante la misma ha sido de apoyo o/y indiferencia. Más de tres millones de votantes del PSOE e IU han dejado de serlo en estas elecciones pasando a la abstención o al voto a otras formaciones. El análisis efectuado desde la oposición sobre la gestión del PP no ha sido visto del mismo modo por una mayoría de ciudadanos o, si lo ha sido, no les ha preocupado lo suficiente.

Dicen los sociólogos que para la mayoría de la población, la realidad es aquello que recibe a través de los medios de comunicación. Cada uno vive su realidad, pero la realidad colectiva es difícilmente aprensible en sociedades desvertebradas salvo por los medios de comunicación, sobre todo la televisión. En ese terreno, pocas dudas pueden existir sobre la mayor habilidad del PP para utilizar en su favor los medios públicos y parte de los privados, sin que la izquierda haya sido capaz de contrarrestarlo con un estilo diferente y alternativo de conexión con los ciudadanos.

Tras 14 años de Gobierno, los socialistas hemos sido incapaces de recuperar el contacto social necesario que hubiera transmitido nuestra visión de las cosas a un núcleo más amplio de votantes. Encerrados, como hemos estado, en los problemas internos como único juguete, no sólo se ha dificultado las tareas de oposición, sino que, a la postre, ha resultado una actividad muy poco interesante para la mayoría de nuestros votantes. En consecuencia, la percepción social mayoritaria sobre la gestión del PP ha estado más cerca de la visión presentada por el Gobierno que la de aquella presentada por la oposición, con independencia de cuál de las dos se ajusta mejor a los hechos ocurridos. Ha sido el triunfo del "así es, si así os parece".

A ello hay que unir el contenido de los mensajes políticos y el lugar desde el que se han lanzado. Los mensajes de la izquierda se han emitido desde los valores ideológicos mientras que el PP ha practicado el achique de espacios situándose en un hipotético lugar más allá de la izquierda y de la derecha. En ambos casos se ha recogido el desvanecimiento de lo público y la pujanza de lo personal que ha tenido lugar en España en los últimos años. Pero, mientras que el PP lo ha hecho con mensajes dirigidos al bolsillo -el ciudadano NIF del que habla Josep Ramoneda- posibilitando soluciones individuales y privadas, los socialistas nos hemos dirigido a ciudadanos que deben resolver sus problemas concretos mediante la ampliación y mejora de sus derechos sociales.

El resultado electoral demuestra que el PP ha conectado mejor con el fenómeno que he llamado la rebelión de los ricos, de aquéllos que prefieren pagar menos impuestos y resolverse sus problemas de salud, educación o pensiones a través de mecanismos privados complementarios y que pueden empezar a ser mayoría en nuestro país, sin que les preocupe, de momento, el resultado final que dicho modelo tendría, a medio plazo, sobre el conjunto de la sociedad.

Todo esto, sin embargo, explicaría por qué el PP ha mantenido los votos que obtuvo en 1996, incrementándolos ligeramente, pero no el que más de tres millones de votantes de izquierda hayan retirado su apoyo a dichas opciones. Y aquí sí que hay tanto un problema de mensaje como de mensajeros. Sobre una lectura de la realidad hegemonizada por el PP, sus mensajes no han sido percibidos como amenazadores por parte del electorado de izquierdas. Quien, además, no ha encontrado en esta nada suficientemente ilusionante -incluido el pacto con IU- como para dar un vuelco a una situación carente de la pulsión de cambio que se derivaría del largo ejercicio del Gobierno o de fuertes convulsiones sociales.

El PSOE ha pagado en estas elecciones parte de la factura que su electorado no le pasó en 1996 porque todavía funcionó el miedo a la derecha, el plus del poder y, tal vez, el carisma de Felipe González. Hoy no existe ya nada de eso ni es posible recuperarlo. Y la demandada renovación de personas, discursos y métodos de actuación apenas sí se ha esbozado. No creo que sea necesaria una refundación como la que hizo Alianza Popular al transformarse en PP, pero la renovación de personas en el PSOE, sin ser suficiente, es absolutamente necesaria para ofrecer una alternativa creíble que quiera ser ganadora en las próximas elecciones. Una renovación no hecha en clave interna, sino mirando a esa sociedad española que apoya, o se inhibe, ante las políticas del PP, porque caminar en dirección contraria a la de la mayoría es, en democracia, la mejor manera de no gobernar nunca.

Ahora que Joaquín Almunia ha señalado el camino del necesario cambio habrá que ver si quienes, hasta el momento, han actuado de tapón del mismo, se limitan a agitar la botella con viejas querellas o ayudan al inevitable descorche.

Jordi Sevilla es diputado electo del PSOE por Castellón.

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