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Tribuna:EL RETO DE TERRA MÍTICA
Tribuna
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Parque problemático

Herbert Spencer dijo en cierta ocasión que "sólo mediante la repetición constante pueden fijarse las verdades ajenas en las mentes recalcitrantes", y es ese pensamiento el que inspira y fortalece la convicción por expresar y defender, hasta donde el sentido común aconseja y los medios lo permiten, aquello en lo que se cree, aunque sea a contracorriente. Especialmente cuando los silencios son profundos en tantos y tantos ámbitos.Tal es el caso de las opiniones que promueve la intervención institucional valenciana en la esfera del ocio, pues pese al compromiso presupuestario de carácter público que representan esas decisiones, se desconocen los estudios de viabilidad que los avalan. Bajo ese panorama se acerca la fecha de apertura del parque temático Terra Mítica, sin que se hayan clarificado los extremos que condicionan más seriamente el deseable éxito de la iniciativa. Anhelado triunfo del parque, ya que de lo contrario se verán considerablemente hipotecadas las arcas públicas, dado el coste económico que ha exigido su construcción, que compromete, con toda probabilidad, los presupuestos públicos de los próximos años.

Los estigmas sobre Terra Mítica se ciernen sobre la base de aspectos suficientemente señalados en reiteradas ocasiones por diferentes expertos, pero que al aproximarse el final de las obras básicas para su apertura, inquietan con superior intensidad a quienes, ajenos a la frivolidad desgajada de la ignorancia, interpretan en clave de continuidad la envergadura real de obras de estas características y las dificultades inherentes a ellas, tanto en el ámbito del mantenimiento como de la imprescindible renovación que se le exige a estas instalaciones.

Un parque temático es algo vivo y en constante actualización, pues de lo contrario cualquier actuación similar efectuada con posterioridad lo deja de inmediato en un grado de obsolescencia que reduce drásticamente su competitividad. De ahí que sea tan importante contar con un socio tecnológico, que garantice la permanente adaptación de los elementos lúdicos y técnicos, a las exigencias de los usuarios, vinculadas con la moda, la seguridad y la más candente tecnología. Éste es un aspecto que no parece estar todavía resuelto en el parque valenciano.

La marca es otro factor esencial para la competitividad de un parque temático, pues los clientes de éste, y muy singularmente los más pequeños, esperan en un recinto de esta tipología encontrar a sus ídolos o personajes que les acompañan, o acompañaron, en su infancia, o que se han convertido en referentes por razones deportivas, cinematográficas o de índole parecida en el presente. Así se entiende que en el parque se espere ver a Pluto, Blanca Nieves, Mickey, Piolin, Taz, Buggs Bunny, Indiana Jones, Michael Jordan y tantos otros. Y si no se dispone de tan famosos personajes entre los reclamos del parque, con qué atractivos se va a seducir a la potencial demanda. Atractivos que deberán competir siempre con los personajes más consagrados y más comercializados del planeta. Resultando muy difícil desviar clientes de esas rutas internacionales hacia personajes desconocidos, por muy sugerentes que pudieran llegar a ser las instalaciones, y cuyo coste de penetración en los circuitos internacionales de comercialización es incalculable. Ésta es otra duda que cabe plantearse, sin menoscabo del deseable éxito que se espera del parque temático valenciano.

Asimismo, entraña una dificultad añadida superponer dos productos turísticos tan dispares como es el reconocido "sol y playa" y un parque temático. Y es una superposición de productos, por cuanto la dimensión del parque no nace como oferta complementaria al producto turístico convencional de Benidorm y de la Comunidad Valenciana en su conjunto, si no que sus circunstancias lo convierten en un producto turístico per se. Tal estrategia exige compartir elementos entre clientes en gran medida dispares, atendidos desde parámetros que provocarán con toda probabilidad un conflicto entre públicos objetivo, cuyas exigencias resultan opuestas en numerosas ocasiones, como muy bien lo identifican los estudios de mercado, que no pueden ser ignorados, y que a su vez clarifican en alguna medida por qué Port Aventura (Salou), Isla Mágica (Sevilla) o Futurescope (Poitiers), por citar tres precedentes, nunca han alcanzado la cifra de visitantes esperada, pese a tener a favor los condicionantes del entorno. ¿Cuál es la estimación de visitantes más verosímil que haría rentable el parque valenciano? ¿Es alcanzable? Se abre un nuevo interrogante.

Otro aspecto que crea cierta desazón es el escaso compromiso empresarial que hasta la fecha ha suscitado la construcción de Terra Mítica, lo que justifica (¿?) el protagonismo de la administración pública valenciana en tal proyecto. Sin embargo, no deja de resultar extraña tal actitud en un sector que ha experimentado uno de los crecimientos más expansivos a lo largo de los últimos años. Inexplicablemente los negocios turísticos de la Comunidad Valenciana han dejado escapar una oportunidad histórica de abanderar un proyecto apasionante, vitalizado con fuertes inversiones e inmejorables expectativas, que cabalmente les habría situado a la cabeza del estado español, desde una perspectiva turística, toda vez que el parque valenciano supone competir con lo más granado de Europa en al ámbito del ocio, a tenor de su dimensión y mercado de tamaño internacional, de acuerdo a lo manifestado hasta la fecha.

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Por el contrario, entre los inversionistas que hay detrás del parque temático se encuentran las dos cajas de ahorros valencianas de mayor tamaño: Bancaja y CAM, sumidas en la controversia de su previsible fusión. Dos entidades que han participado en la inversión inicial del parque temático valenciano, a pesar de distinguirse por su escaso grado de atención al sector turístico. Paradójicamente ambas cajas de ahorros han reforzado individualmente su apuesta por Baleares y especialmente por las iniciativas turísticas privadas (cadenas hoteleras) en esa comunidad autónoma competidora de la valenciana, mientras mantienen un papel secundario en su atención al sector turístico de la Comunidad Valenciana. Ello hace presuponer que su presencia en Terra Mítica obedezca a razones extracomerciales, derivadas de la relación de fuerzas existente en el seno de sus órganos de gobierno.

Máxime cuando se ha registrado la salida de La Caixa de Catalunya del parque temático Port Aventura, por no ser un ámbito de negocio atractivo para dicha entidad financiera, cuya actuación y tradición en los mercados financieros no es sospechosa ni se ha caracterizado por abandonar segmentos de mercado de alta rentabilidad. Habiendo zanjado La Caixa su intervención en el ámbito de los parques, al haber transferido su participación a la compañía Universal, una de las grandes multinacionales del ocio.

Esto último es un nuevo interrogante en la viabilidad de Terra Mítica, porque a la zozobra provocada por ciertas sombras que rodean el proyecto desde sus orígenes, ahora se suma que la compañía americana del ocio, y directa competidora de Disney, Universal Studios, decida entrar en España, a través del compromiso de convertir el parque catalán de Port Aventura en un serio competidor europeo de Disneyland París. O que Time Warner abandere la modernización del parque de atracciones de Madrid. Por mucho chauvinismo que se atesore entre los responsables turísticos valencianos, la actuación de Universal a escaso kilómetros del parque valenciano debería sugerir cierta cautela, al endurecerse la competencia por el mercado del ocio, dado que Terra Mítica se enfrenta a un experto mundial dirigiendo un parque competidor próximo en fase de expansión, según se ha recogido en diferentes medios de comunicación. Sin olvidar que Universal es el creador de gran número de personajes muy conocidos y que desde hace décadas han hecho las delicias de todos; a lo que se unen los derechos de imagen de deportistas de elite y actores que han participado en sus más recientes producciones cinematográficas.

Junto a las reflexiones anteriores, cabe subrayar la crisis que atraviesa Disney, que ha reducido sus beneficios en un 30% a lo largo de 1999. ¿Verdaderamente Terra Mítica va a tener resuelto extremos que están poniendo en evidencia a quienes inventaron el ocio tal como se configura hoy en un parque temático? O habrá que esperar una catarsis del proyecto después de la apertura que reoriente ciertas iniciativas, de manera que se aminoren los riesgos financieros y económicos, que atañen a un espacio temático del tamaño del diseñado para la Comunidad Valenciana. Caso contrario, la huida hacia adelante tiene serios riesgos y como enunciara Edwin Cannan: "Aunque los errores pueden triunfar durante un cierto tiempo, la verdad se mantiene firme y vence a largo plazo"; y los intereses financieros y la deuda pública también.

Vicente M. Monfort es profesor de economía turística de la Universidad Jaume I de Castellón.

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