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Tribuna:Goya en Roma
Tribuna
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De lo pintado, a lo vivo Enrique Iniesta

El pasado día 16, los Reyes, con el presidente de Italia, inauguraron en Roma la Mostra de Goya en el palacio Barberini. Han coincidido cuatro azares. Cuatro astros han cruzado sus órbitas: en igual día, 354 años antes, en iguales salas, el inquisidor Barberini firmaba una sentencia contra el protagonista de una de esas telas goyescas, José de Calasanz. Una quinta casualidad: en estas fechas, el Papa pide perdón por los excesos de la Inquisición.Las casualidades provocan la misma reacción que las cosquillas: sonreímos cuando por un azar coinciden datos lejanos. Nos sentimos como trascendiendo el tiempo, riéndonos de su misterio.

El gran lienzo calasancio es el único de la mostra que pinta un episodio romano. Es un capítulo tenebroso: el primer maestro popular europeo, depuesto por los Barberini (Urbano VIII y su sobrino, señor de este palacio expositor), rodeado por escolapios con los trazos de las "pinturas negras", comulgando, se despide de esos niños tronchados. Goya lo trata con la paleta de sus lienzos crueles. Esta vez, sobre Calasanz cae un torrente luminoso.

Ramón Gómez de la Serna, discípulo escolapio como Goya, pondera "lo tétrico religioso" de la escena centrada en "esa cara cerúlea del santo consumido, pálido, que recuerda a todos los ancianos de España que toman el último sol a la puerta de su casa".

Su casa... El suelo, los muros, los negros y la luz que Goya recoge están a 20 minutos del Barberini, siguen en la vieja estancia de Calasanz, en la Piazza Navona, en Massimi. Ahí mismo.

Las paredes donde cuelga el lienzo vieron al cardenal nepote de Urbano VIII leer los memoriales acusicas que delataban al maestro español de amigo seguidor de Galileo, merecedor de cualquier pena por su "herética depravación" (Barberini, 15-1-1643). Los escolapios "tienen al señor Galileo por oráculo, dicen que los cuerpos están compuestos de átomos, lo cual sería contra el Santísimo Sacramento, y que la Tierra se mueve y el Sol está quieto".

La sentencia se cumplió el 16 de marzo del 1646. Ahora se hace justicia por chiripa: la casa del inquisidor es sólo un muro para el retrato de su reo. La historiografía ya coronó a los escolapios: la Edición nacional de las obras de galileo 356 veces los cita por "galileianos". El Papa se honra al pedir perdón. Sus antecesores tardaron 119 años en reconocer al maestro como santo y confesarse equivocados. Ahora ya parece que encajan piezas que nunca debieron enfrentarse.

Cuando, el 18 de junio, el palacio del inquisidor desautorizado cierre la mostra, un nuevo azar se estará cumpliendo. Garín, director de la Academia de España en Roma, piensa que "el público italiano comprueba el genio de Goya". Él sabe ya que, ese mismo 18, los romanos vivirán otra experiencia: la joya sorprendente de un "paso de palio" andaluz con una Virgen de Álvarez Duarte, con tres mil granadinos navegando las vías romanas hasta San Pedro. Será la sexta coincidencia.

Lo dicen por Roma: "Lo que no hicieron los bárbaros lo hicieron los Barberini": perseguir a un santo y alzar un palacio arruinando el Coliseo. En realidad, unas salas para estos cuadros de Goya. Uno de ellos devuelve la honra a su paisano y maestro en el lugar de su cadalso. Casualidades.

Enrique Iniesta Coullaut-Valera es escolapio y autor de La Escuela del Sol Calasanz para ahora mismo, de Santillana Ediciones.

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