Rivière: "Olvidar el miedo al ridículo"
Puede que no haya sido sólo "el miedo y la docilidad" lo que ha llevado a las mujeres a dejar al hombre protagonizar la historia y escribirla durante casi 20 siglos. Pero sí son dos errores propios que ellas han camuflado culpando al otro sexo de todos sus males, sostiene la ensayista y periodista Margarita Rivière en su libro El mundo según las mujeres (El País-Aguilar), que mañana saldrá a la venta.Riviere repasa en este volumen lo que fue, lo que es y lo que puede ser el papel de la mujer en la construcción del mundo. Al retrato contribuyen sus entrevistas a más de 200 profesionales famosas realizadas a lo largo de su vida profesional. Entre ellas, la escritora y ex ministra francesa Françoise Giroud; la vicepresidenta de la Comisión Europea, Loyola de Palacio; la ministra de Empleo de Francia, Martine Aubry; la escritora india Arundhati Roy; la propietaria de The Washington Post, Katharine Graham, y la feminista estadounidense Betty Friedan. También recuerda su propia experiencia, la de aquella joven jefa de sección del Diario de Barcelona cuyos méritos profesionales fueron presentados al nuevo propietario del periódico de la siguiente forma: "Margarita Rivière, de buena familia".
Si el siglo XX ha sido para la mujer el despertar de su conciencia y libertad individuales, en el que viene deberá trabajar por la paridad en la construcción social. Y no con la estrategia de la confrontación, sino a base de entendimiento y mestizaje, insiste la autora. Para ello deberá hablar sin complejos.
"El diagnóstico que hacen las mujeres sobre la situación del mundo es, salvo excepciones, bastante desconocido. (...) Las mujeres que hablan, que se atreven a hablar públicamente dando un diagnóstico de lo que ven a su alrededor, lo hacen sabiendo dos cosas: que la falta de prudencia y exactitud no les será perdonada y, además, que deben expresarse con meridiana claridad", escribe Rivière.
"Hemos tenido mucho miedo, miedo a hacer el ridículo", reconoce. "Hemos desconfiado siempre de nosotras mismas y en ocasiones hay esfuerzos que la propia mujer descarta porque piensa que no merecen la pena".
Tareas de género
Curiosamente, la incorporación de la mujer a la casa pública ha remedado sus papeles tradicionales en la doméstica. La economía, la industria, la alta política, las relaciones exteriores, en manos de ellos; la sanidad, la educación y las tareas sociales, para ellas. "Es cuestión de tiempo y de confianza", insiste Rivière. "A lo mejor tienen que demostrar que las cuentas de la cocina sirven para gestionar la globalización. Que incluso en este nuevo mundo global la vida de las personas es lo que cuenta. Y tienen que estar seguras de que ellas saben mucho de todo esto".
"La globalización positiva es la fraternal, y en el terreno de las mujeres esto es un hecho. Nosotras somos Internet, somos redes, contactos; ellos están mucho mejor definidos como bombas atómicas".
"Lo que está cambiando", subraya la autora, "es lo que las mujeres quieren de ellas mismas. Están descubriendo que pueden cambiar muchas cosas. Puede suceder lo mejor y lo peor. A lo mejor descubren que quieren ser como los hombres", dice, recordando la frecuencia de actitudes masculinas entre mujeres con protagonismo en un mundo de hombres. Acertadas o no, lo que demandan las nuevas mujeres es , como mínimo, la misma opción a equivocarse. "Hay quien sostiene que la estupidez está por igual repartida en los dos sexos", ironiza Riviere.
Lo que tienen en común todas las mujeres, afirma, "es su experiencia de exclusión", lo que se convierte en una ventaja para enarbolar los valores que, a su juicio, deben prevalecer en la futura sociedad igualitaria, no sólo de sexos, sino también de ciudadanos: madurez frente a paternalismo, lógica del mestizaje frente a la imperante de la dominación.
La autora, madre de un chico y una chica, cree que el próximo siglo será un problema para el hombre si no acomete su propia revolución. "Las chicas tienen hoy mejor panorama. Tienen modelos claros en sus madres; ellos están todavía acabando un modelo machista sin encontrar un referente masculino claro al que parecerse".
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