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150 jóvenes 'okupan' un terreno de la Comunidad para cultivarlo Se han instalado en tiendas de campaña y piensan vivir del campo

El movimiento okupa se extiende de la ciudad al campo. Unos 150 jóvenes armados con azadas se colaron ayer en unos terrenos próximos al río Henares, propiedad de la Comunidad de Madrid y ubicados dentro de los límites del parque regional del Sureste para cultivar una parcela. Entre ellos hay ingenieros agrónomos, agricultores en paro y alguno que nunca ha tenido la oportunidad de labrar la tierra porque carece de huerto. Se han instalado en tiendas de campaña y quieren vivir del campo.

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Otro 'mordisco'

Los okupas agrícolas se apropiaron de unos 1.000 metros cuadrados de la finca Caserío del Henares, dentro del parque Regional del Sureste, en el término municipal de Torrejón de Ardoz. Forman parte del colectivo Bajo el Asfalto, Huerta (BAH).El vigilante de seguridad privada de la finca trató de impedirles el paso, pero no lo logró. Le comunicó al director general del Medio Natural de la Consejería de Medio Ambiente, Juan del Álamo, que los jóvenes habían saltado la alambrada de la finca para instalarse sobre el terreno. Del Álamo habló con los jóvenes y trató de persuadirles para que se marcharon de la finca, les dijo que ésas no eran maneras de conseguir un terreno en el que cosechar. Los jóvenes le replicaron que ya habían agotado las vías administrativas para hacerse con una parcela, pero no tuvieron éxito. Así que mantuvieron la okupación.

En el terreno colonizado, hasta ayer no crecían más que cardos espinados y unos hierbajos secos de más de medio metro de alto. El suelo escondía algunas piedras. Los okupas trabajaron duro para preparar el terreno. A golpe de azada, fueron abriendo surcos en la tierra. Lograron transformar una parcela abandonada, de unos 80 metros de largo por unos siete de ancho, en una huerta repleta de brotes verdes. Los jóvenes plantaron alrededor de un centenar de lechugas, 200 puerros, cebollas, coles lombardas, repollos y espinacas.

Éste es el principio de proyecto cuyo objetivo final es la creación de una huerta ecológica sobre una extensión de dos hectáreas de terreno. La parcela elegida tiene una ubicación envidiable: dista unos 150 metros del río Henares y está flanqueada en uno de sus lados por un denso pinar. "Es un terreno muy fertil, que ahora está completamente desaprovechado y en el que queremos cosechar variedades hortícolas autóctonas y crear programas de educación ambiental a apenas unos pocos kilómetros de Madrid", afirmó ayer Raquel, de 26 años, que estudió Historia del Arte y forma parte del colectivo BAH.

Pedro, de 27 años, es un joven agricultor que ha estudiado un curso de Agricultura Biológica de la Comunidad de Madrid. "Llevo años en paro y me gustaría trabajar el campo, que es lo que me gusta", comentó ayer, durante una breve pausa en el trabajo de azadón que realizaba. "Pero en Madrid apenas hay trabajo en el campo o es dificil conseguir tierras para trabajarlas", argumentó.

Pedro le da un enfoque social a la agricultura: "Por eso me he unido al colectivo, porque esto es una forma alternativa de autoempleo, de hacer de un terreno en desuso una parcela fértil, llena de vida, que nos dé de comer", añadió. "Si logramos alimentarnos de los productos que nos dé esta tierra seremos consumidores y productores al mismo tiempo, con lo que se eliminan intermediarios en la cadena del consumo", añadió.

Para Raquel, con esta iniciativa se matan dos pájaros de un tiro: "En el mercado los productos cultivados de manera natural sólo se venden en tiendas especializadas y son muy caros. Además, en estos terrenos se va a practicar la agricultura ecológica, sin pesticidas ni fertilizantes, de tal manera que la tierra no sufra una contaminación progresiva", explicó.

Y piensan mantener sus ideas en práctica hasta que les dejen. No en vano han levantado cerca de una decena de tiendas de campaña a un lado de la huerta para pasar la noche. "No queremos irnos de aquí, porque con esta iniciativa hacemos más bien que mal. Este terreno está abandonado, y nuestras manos, ociosas. ¡A trabajar!", gritó José, otro miembro del mencionado colectivo.

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