"En Europa no existe vocabulario visual"
No es lo mismo decir en tono agresivo "voy a matarte", mientras se extienden los brazos, rápida y violentamente, hacia el cuello de la víctima, que decir lo mismo, pero con voz pausada, esbozando media sonrisa y espaciando los movimientos hacia el objeto de la amenaza. Robert Wilson (Tejas, 1944) no duda: la segunda opción es mucho más efectiva, aporta mayor tensión. Tensión, tiempo, espacio, palabras básicas del vocabulario de este escenógrafo y director de teatro, uno de los nombres ineludibles de la escena mundial. De aspecto tranquilo, habla de manera monocorde, sin apenas mover las facciones, hasta que, de repente, acompaña sus palabras con breves actuaciones, convirtiendo en partner o inesperada víctima, como en el caso referido, al intérprete que le ha seguido durante su fugaz visita a Valencia el pasado jueves. Al poco, vuelve a su hieratismo casi mesopotámico. Wilson prepara en el claustro trapezoidal de la Universidad de Valencia el estreno mundial en el mes de julio de su último proyecto, Mandamientos, basado en las variaciones para violín de la popular Chacona, de J. S. Bach, y coproducido por el Instituto Valenciano de la Música y el Lincoln Center.
"Es una forma de celebrar el aniversario de la muerte de Bach, una manera de mirar y entender algo que hizo", afirma el director de múltiples montajes que han revolucionado la escena con óperas como Einstein on the beach, con música de Philip Glass, o Las guerras civiles. La música del compositor alemán fallecido hace 250 años comporta una manera diferente de trabajar con respecto a montajes como El rey Lear o Madame Butterfly, por ejemplo, en los que tienes una historia y te dedicas a contarla; mientras que en el caso de Bach miras unas imágenes y escuchas música: es, desde luego, un tipo de construcción diferente".
Como diferentes son sus espectáculos de carácter transversal, en los que combina aportaciones de diversas disciplinas artísticas. Igual dirige la música de Lou Reed en Time Rocker que monta la monumental Parsifal, de Wagner. "Sí, claro, Wagner y Reed son muy diferentes. Ello implica distintas decisiones sobre lo que escuchas. Pero mi responsabilidad es la misma. Lou Reed es muy acelerado, potente, y entonces la tensión reside en hacer algo muy tranquilo, en contraste con la rapidez y el ritmo de la música, ahí radica la tensión. No pretendo mostrar la música, sino hacer algo que la refuerce, mediante un dualismo, un paralelismo. Otros harían algo más acorde con el ritmo de la música. Es muy difícil mirar y escuchar a la vez, pero es posible".
De amplia y profunda formación artística, los montajes de Wilson se caracterizan por su enorme potencia visual. "Es posible que haya cambiado un poco la situación", dice respecto del dominio del texto frente a lo visual en la tradición teatral europea, "pero, por lo que veo, la situación es bastante parecida".
"Pueblos como el africano, el esquimal, el chino, el indio, el japonés, tienen un vocabulario tanto visual como auditivo. Allí, un actor aprende a caminar, llevan máscaras, hacen gestos con las manos. En Occidente, en Europa, no existe vocabulario visual. Shakespeare y los demás dramaturgos occidentales escribieron palabras. Es muy diferente. Lo hecho hasta ahora es literatura, y nosotros vemos y oímos, así es como nos comunicamos, yo te veo a ti y tú me haces preguntas. Pero al verte ya tengo otro tipo de información. Lo que intento hacer es crear un mundo visual paralelo al auditivo. No me gustan los decorados, me parecen terribles. El actor se aprende el texto para recitarlo, y luego eso se decora en escena; yo no lo hago, pongo una imagen e intento que el texto sea impactante".
A pesar de su maestría en la concepción visual y escénica, jalonada con los más prestigiosos premios internacionales, Wilson afirma que el cine no le interesa. "El tiempo es distinto. El cine y la televisión consisten en primeros planos y, además, la televisión se puede apagar. A mí no me gustan los primeros planos, ni el montaje, ni admirar paisajes". No obstante, confía en que se solucionen los problemas de agenda para poder participar como actor en la película que dirige el escritor y periodista Vicente Molina Foix.
El público
El director norteamericano, cuyos montajes provocadores y vanguardistas suscitan también reacciones encontradas, rechaza la idea de apelar a un público concreto. "El teatro debería ser para todo el mundo, para el hombre de la calle, de la Luna, de Hollywood o de África". Y plantea la siguiente contradicción: "Prefiero los mejores actores que actúan para sí mismos, aunque el teatro no deja de ser para el público".
El público como eje entre dos planos: el tiempo y el espacio. "Con eso se construye todo", sostiene Wilson, adoptando la terminología de la arquitectura. "Para mí, el tiempo es una línea que parte del centro del público hacia el cielo, y el espacio la línea que lo cruza horizontalmente. Ésta es la arquitectura de todo, una línea vertical cruzada por otra horizontal".
A su paso por Valencia, Robert Wilson dejó constancia de su pasión por la arquitectura. El director examinó todas las perspectivas posibles de la planta trapezoidal del claustro rehabilatado de la Universidad de Valencia, donde a mediados de julio estrenará su último espectáculo interdisciplinar, Mandamientos, antes de iniciar una gira por Europa y EE UU.
Babelia
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