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He perdido a mi amigo MATÍAS CORTÉS

Sé muy bien lo que he perdido con la muerte de Jaime García Añoveros. Una persona educada en los Escolapios y después en Burjasot, en el César Carlos y en Bolonia, educada en el rigor del estudio, en las convicciones y en el respeto a los demás. Muchos años, quizá los definitivos, de formación en los principios a los que siempre ha sido fiel: la tolerancia y la firmeza de sus convicciones. También en la convivencia con los demás exigía el sentido del humor, la relatividad de los excesos del prójimo y la fuerza de un pensamiento bien articulado y sostenido en el conocimiento. Esa andadura le hizo un humanista preocupado por los problemas políticos y los culturales. Con todo, su profesión fue la de jurista. Catedrático de Derecho Financiero y Tributario, discípulo el primero y preferido de Sainz de Bujanda, no fue sólo un gran especialista, sino también un conocedor del Derecho en su más profunda dimensión. Claro, sintético, conciso, profundo e incisivo en su discurso oral y escrito sobre temas de Derecho.Pero Jaime García Añoveros con ser todo ello mucho, fue mucho más. De una curiosidad cultural e intelectual sin límites, que le llevaba a apurar el tiempo dispersándolo en la lectura, en el conocimiento de las personas más relevantes de estos años españoles -recuerdo su tertulia con Benet, García Hortelano, Jesús Aguirre, Alberto Oliart, Javier Pradera, Elías Querejeta...- y luego su amor a la política española y a nuestra historia; de ahí su intervención en tantos proyectos editoriales cuyo único fin era mejorar la situación española, la condición digna de los españoles.

Estuvo en los orígenes de los movimientos políticos de Dionisio Ridruejo, los de Cambio 16, en los de Cívitas y desde luego en los de PRISA; pero también en las conversaciones europeas para la armonización del sistema fiscal; en la redacción de códigos tributarios para países latinoamericanos y, en la Reforma Tributaria de 1978, y finalmente en el Ministerio de Hacienda, donde realizó una labor que se correspondió muy bien con su manera de ser: eficaz, leal, silencioso, constante y verdaderamente demócrata.

Estoy seguro de que me olvido de muchas circunstancias y de muchos datos importantes de su vida. Jaime fue no sólo, como Marañón, un "trapero del tiempo", sino que gozó casi del don de la ubicuidad y ello le permitió ser además un gran abogado y un consejero extraordinario de muchas empresas españolas. Pues bien, todo eso lo he perdido; pero para decir la verdad, lo que yo he perdido es a mi amigo.

Matías Cortés es abogado y catedrático de Derecho Financiero y Tributario.

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