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Gaudí asciende rápido

El arzobispo de Barcelona asegura que para conseguir la beatificación no es necesario un milagro

El proceso de beatificación del autor del templo de la Sagrada Familia, el arquitecto Antoni Gaudí, muerto en Barcelona el 10 de junio de 1926, tres días después de que lo atropellara un tranvía, ha tomado una velocidad sorprendente si se tiene en cuenta el ritmo de la burocracia vaticana en estos asuntos. Para el cardenal y arzobispo de Barcelona, Ricard Maria Carles, la rapidez con la que Roma ha otorgado el nihil obstat responde a que el papa Karol Wojtyla "quiere santos seglares", sin descartar el valor añadido de que "se trata de una persona universalmente conocida".Lo más sorprendente, sin embargo, es que la Iglesia católica parece dispuesta a hacer una excepción para facilitar el vertiginoso ascenso a los altares del arquitecto modernista. El viernes, un día después de que se conociera la decisión positiva de la Congregación para las Causas de los Santos de Roma a la petición formal de la apertura de la causa, el arzobispo de Barcelona compareció ante los medios de comunicación e insistió repetidas veces en que no es necesaria la atribución de un milagro comprobado y certificado para acceder a la categoría de beato.

Cuando en mayo de 1998 los obispos catalanes acordaron conceder la autorización preceptiva para la introducción de la causa de beatificación, el fiscal de la diócesis de Barcelona, Jaume Riera, a quien le ha tocado asumir el papel de abogado del diablo, aunque ahora se le conoce como promotor de justicia, aseguró a este periódico que el requisito más importante es que el futuro beato o santo haya realizado, por lo menos, un milagro. "En este tema Juan Pablo II es inflexible y se ha negado a beatificar o canonizar en todos aquellos casos en los que no se ha comprobado por lo menos un milagro", aseguró. La Iglesia no considera milagrosos los hechos extraordinarios de orden moral, sino tan solo los fenómenos extraordinarios de orden físico, básicamente curaciones de enfermedades sin explicación médica, según el abogado del diablo. La Iglesia es poco crédula, pone en duda sistemáticamente los milagros, realiza pruebas periciales con varios médicos y los rechaza en la gran mayoría de los casos.

El cardenal Carles, sin embargo, insistió el viernes en que "para la beatificación no es necesario, aunque agiliza los trámites, que se haya producido un milagro por la intercesión del siervo de Dios después de su muerte, un extremo absolutamente obligatorio para el proceso de canonización". Los expertos aseguran que sería el primer caso en la era moderna de un beato que llega a tal sin milagro, aunque no sea preceptivo. No obstante, muchos procesos de beatificación se hallan paralizados por no contar el candidato con el milagro.

Queda, por último, la leyenda que niega que el famoso arquitecto fuera tan santo como lo pinta la historia oficial y le atribuye diversas heterodoxias, entre ellas, la más persistente, su afiliación a la masonería. El arzobispo Carles fue rotundo el viernes: "No hay ninguna prueba de su pertenencia a la masonería", dijo. Lluís Bonet, hijo de uno de los principales discípulos de Gaudí y rector de la parroquia de la Sagrada Familia, por su parte, recordó que a finales del siglo XIX "había una fuerte corriente de agnosticismo y masonería", pero insistió en que esta acusación se ha realizado basándose en detalles de su obra, pero no en pruebas o testimonios.

El escritor Josep Maria Carandell, autor de un libro titulado El parque Güell, utopía de Gaudí, en el que analiza una gran cantidad de detalles de la obra del arquitecto de clara raíz masónica, asegura que éste y su mecenas, el empresario Eusebi Güell, eran masones y trabajaban perfectamente coordinados desde que se conocieron en 1870. Carandell rechaza el argumento de la falta de pruebas o documentos, ya que se trataba de una organización secreta, "probablemente relacionada con la masonería inglesa", y apunta a la extraña utilización en exclusiva del Gaudí ya anciano, de las imágenes y anécdotas de su último año de vida, para destacar su religiosidad. En opinión del escritor, lo más probable es que en estos años, cuando se trasladó a vivir al estudio que tenía cerca del templo de la Sagrada Familia, el arquitecto estuviera presionado por todos aquellos que le rodeaban "y se hiciera pasar por católico".

Carandell no es el único que retrata a Gaudí bajo una luz no precisamente muy católica. El primero en apuntar su condición de masón fue el escritor anarquista Joan Llarch, en Gaudí, una biografía mágica. Otro de sus biógrafos, Eduardo Rojo, asegura que fue rosacruz. Otros han insinuado tendencias panteístas, ateas, prácticas nigromantes e incluso desviaciones sexuales.

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En cualquier caso, la Iglesia considera que murió en olor de santidad y recuerda que su cortejo fúnebre fue seguido por una multitud que abarrotaban las calles de la ciudad. El arzobispo Carles anunció que esta misma semana designará a los miembros del tribunal que examinará el proceso de beatificación. Este tribunal está formado por cuatro miembros: un juez en delegación del propio arzobispo, el promotor de justicia Jaume Riera y dos notarios. Todos ellos deben trabajar en estrecha colaboración con el vicepostulador de la causa, Lluís Bonet. La constitución de este tribunal supondrá la convocatoria de una sesión extraordinaria para la apertura formal del proceso, que se suele celebrar en la Sala del Trono del arzobispado, presidida por el mismo arzobispo o su delegado.

La diócesis de Barcelona y los promotores de la beatificación (un grupo curioso al que se ha relacionado con el Opus Dei y en el que además de su presidente, el arquitecto José Manuel Almuzara, destaca el escultor japonés Etsuro Sotoo, que se convirtió del sintoísmo al catolicismo impulsado por el mundo gaudiniano y que trabaja en las cúpulas del templo) han podido localizar a cinco personas que conocieron a Gaudí o tuvieron referencias de él, la mayoría adolescentes cuando murió el arquitecto. Dada su avanzada edad, estos testigos ya han sido escuchados por un tribunal provisional.

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