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Tribuna
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Jubilados

En Andalucía hay cerca de un millón cien mil jubilados pensionistas mayores de 65 años que suponen casi el 19% de nuestro censo electoral, cifrado en poco menos de seis millones de votantes. Ya pueden ustedes imaginar el desvivir que, en estos últimos días, han protagonizado nuestros políticos, a los que sólo les ha faltado para calentar y animar el voto de nuestros mayores el disfrazarse (esto es Carnaval, que dirán por Cádiz) como la madre Teresa de Calcuta. Veían a un pensionista y les pasaba lo que a Moisés en el Sinaí con la zarza ardiente: entraban en una especie de arrebato apostólico para llevarlo a su redil bajo el señuelo del aumento de las pensiones. Al fin y al cabo estos votantes son fáciles. Desconocen el poder de los colectivos asociados, su esperanza de vida, lamentablemente no es tan alta por puras leyes de la biología y, aunque cada vez menos por la incorporación de trabajadores liberales al mundo de los pensionistas, su capacidad para interpretar la realidad dista mucho de la de un ciudadano medio. Si encima están más preocupados de sus crisis reumáticas que de hacer números con lo que les prometen, pues eso: queo, queo pájaro negro.De ese millón largo de jubilados pensionistas andaluces que pasado mañana podrían ir a depositar su voto en las urnas, 130.415 cobran una pensión de menos de 36.000 mil pesetas, lo que técnicamente sitúa a esos andaluces en los niveles de pobreza más profundos, casi al ras de lo que la tele nos enseña de Mozambique, pero eso sí, con mucha menos agua por culpa de una sequía de la que Evangelina Naranjo, la responsable de Emasesa en Sevilla, parece culpar al gobierno de la gaviota. ¿Qué está haciendo el sistema con nuestros pensionistas jubilados? A ver: ¿hay alguna interpretación sin prejuicios políticos, una interpretación real y, por tanto, políticamente "incorrecta"?

Entretenerlos. Los entretenemos montándolos en autobuses, llenando los hoteles de nuestras costas en la temporada baja con viajes del Inserso, montándoles talleres de pinturas o de croché en los distritos municipales. Los entretenemos con subidas de pensiones que una simple bombona de butano se comería tras su adquisición. Los entretenemos. Sólo eso. Como David Copperfield con sus chisteras.

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