Cenizas
Para los amigos de la buena vida empezaba hoy la Cuaresma. Alargaban la carnalidad hasta el Miércoles de Ceniza, celebrado con alguna que otra libertad con la excusa de la muerte y quema del Carnaval, para la Iglesia y sus más fieles feligreses era la segunda jornada de privación, después del apocalíptico recuerdo de las postrimerías con la imposición de la ceniza: Memento, homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris. Era la ceniza con la gracia especial y todos los poderes mágicos de su procedencia; se obtenía de la quema de las sagradas palmas y los divinos laurel y olivo del Domingo de Ramos del año anterior; la materia prima era la misma con la que en nuestras casas intentaban ahuyentar las tormentas. El símbolo de aflicción entre los hebreos y penitencial para los primitivos cristianos, de la muerte, la disolución y la vuelta a lo inorgánico sustituía a la carnal de las enfarinades carnavalescas.Otra ceniza sacrosanta era la que hoy -día de sant Pacià, el obispo barcelonés casado y con hijo, del siglo IV, que hablaba muy bien y vivió como habló, exhortaba a la penitencia y condenaba los actos sexuales callejeros de los disfrazados, sin éxito: "al criticar esas prácticas, les he enseñado a hacerlo más que a reprimirse"-, tras la última resaca, se aventaba, la de los ninots de carnestoltes, para fertilizar los sembrados, un rito de estas mismas fechas de las religiones precristianas. Los ninots fueron receptáculos del espíritu del cereal y sus restos se esparcían por los campos a fin de aumentar su fecundidad Abono, lejía -las de Navidad daban mayor blancura-, purificadora en abluciones al escasear el agua, se le atribuyeron virtudes profilácticas y curativas -la cendra fa pair-, protectora contra hechizos y embrujos y preservadora de todo mal: Fem foc que cendra quedarà.
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