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Elecciones 2000

Basterretxea, un escultor metido a candidato

Néstor Basterretxea (Bermeo, 1924), una de las figuras clave del arte vasco, un hombre acostumbrado a la soledad del escultor, ha decidido pisar un terreno público y desconocido: la política. Un día, una llamada telefónica rompió la intimidad del caserío de Hondarribia donde trabaja. Era Carlos Garaikoetxea, ex lehendakari y amigo personal del escultor, quien trabajó como asesor cultural cuando el ahora ex presidente de EA encabezaba el Gobierno vasco. Le pedía que se presentara como candidato en la lista guipuzcoana de EA. Basterretxea aceptó. Dicen quienes le conocen que más por lealtad a un amigo que por ambiciones políticas. Dicen también que se siente inquieto ante el reto.Él lo confirma: "Estoy expectante. Mi mundo es otro, es el del arte, pero han requerido mi nombre y no puedes pertenecer a un partido sin trabajar por él. Además tengo a Garaikoetxea por un hombre muy recto, muy limpio". El escultor, quien se afilió a EA tras la escisión del PNV, comparte cartel con dos personas destacadas en el panorama institucional de este territorio: Koruko Aizarna, actual diputada foral de Obras Hidráulicas y Urbanismo y José Antonio Altuna, alcalde de Mondragón por el PNV tras la restauración de la democracia.

Basterretxea carece de experiencia activa en la política, pero ahora, a sus 76 años, este escultor que ha hecho del arte una reivindicación de lo vasco, sabe a quién mirar.

El artista nació en el seno de una familia nacionalista. Su padre, Francisco, un conocido abogado simpatizante del PNV, fue diputado a Cortes durante la Segunda República y miembro del Tribunal de Garantías Constitucionales.

Los avatares políticos salpicaron su vida desde la infancia. Durante la guerra civil su casa de Bermeo fue confiscada y la familia tuvo que buscar refugio en el exilio cuando él tenía tan solo 12 años. Argentina vio los primeros pasos artísticos de Basterretxea, que primero centró sus inquietudes en el dibujo y la pintura. Su esposa, María Isabel Irurzun, a la que conoció en Buenos Aires, confirma que "su vocación le sirvió de mucho en aquella época".

No fue hasta la década de los años 50 cuando se decantó por la escultura tras su regreso a España, después de 16 años en Francia, África y Argentina. Basterretxea forma parte de la Escuela Vasca junto a figuras como Eduardo Chillida o Jorge Oteiza. Las continuas referencias a la mitología autóctona, su obsesión por universalizar las señas de Euskadi, han marcado la trayectoria de este artista que entiende su arte como "un intento de recuperación del alma vasca". No hay más que atender al espíritu de la obra practicada en proyectos como Ilarriak o la Serie cosmogónica vasca. Seis piezas de esta última colección pertenecen a la Diputación de Guipúzcoa porque Basterretxea saldó en especie en 1991 una deuda con Hacienda de seis millones de pesetas.

Quienes le conocen le definen como "un hombre emprendedor". No en vano protagonizó incursiones incluso en el cine. Alcanzó su mayor eco con Ama Lur (Madre Tierra), una cinta que marcó el inicio del cine vasco. Su obra escultórica se encuentra dispersa por todo el mundo. En Reno (EE.UU) colocó su Homenaje al pastor vasco, que tiene su continuación en Oñati. Y su próximo destino está en Tokio, donde ubicará una escultura en homenaje a San Francisco Javier.

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