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La fórmula 1 se examina en Bruselas

La Comisión Europea debatirá en breve si la organización del Mundial es un monopolio

El circo de la fórmula 1 diputa este año otra prueba que no se corre en las pistas sino en los despachos, concretamente en Bruselas. Semanas después del GP de Australia del próximo domingo, las autoridades de la Competencia de la Comisión Europea discutirán con los responsables de la Federación Internacional de Automóvil (FIA) las acusaciones vertidas por la Comisión el pasado verano de que la organización de la F-1 constituye en la práctica un monopolio, sobre todo en lo que se refiere a derechos televisivos. Del resultado de esas conversaciones depende el futuro del negocio y también el de las carreras: desde multas millonarias, a la salida de Europa de la fórmula 1 -de los 17 grandes premios de este año, nueve se corren ya fuera de la UE- pasando por el peor escenario posible para sus actuales patrones: la apertura a terceros de los contratos televisivos, que podrían llegar a ser negociados circuito a circuito o equipo a equipo. El dinero en juego no es una broma. Probablemente, tras el Mundial de Fútbol o los Juegos Olímpicos, sea la fórmula 1 el acontecimiento deportivo mundial que más espectadores reúne ante el televisor: unos 400 millones de personas por temporada.Fruto de una investigación preliminar abierta en 1997 a raíz de la queja de una televisión alemana, la CE acusa a Max Mosley, presidente de la FIA, y a Bernie Ecclestone, su vicepresidente y jefe supremo del circo al ser el dueño de la sociedad Formula One Administration (FOA) -propietaria en exclusiva de los derechos televisivos-, de abusar de su poder para controlar todo el negocio cerrándole el paso en televisión a cualquier otra competición automovilística rival. La FOA, que tiene firmado un contrato con la FIA para venderle los derechos televisivos de la fórmula 1 por 25 años, ofrece descuentos a las cadenas que no retransmiten otras carreras. En 1998 declaró unos beneficios de 193 millones de dólares (unos 33.000 millones de pesetas).

Ni Mosley ni Ecclestone son unos recién llegados. El primero fundó en 1969 la escudería March y su mandato al frente de la FIA concluye, si no es reelegido, el 2001. La FIA es quien otorga las licencias para operar a los propietarios de los circuitos, los constructores de los coches, los organizadores de los grandes premios y los pilotos.

El segundo, un modesto ingeniero químico británico, montó en 1970 la escudería Brabham y hoy a los 68 años se le calcula una fortuna personal de 2.000 millones de libras (más de 500.000 millones de pesetas). A los poderes de Ecclestone ya citados, se une su control de la Asociación de Constructores de fórmula 1.

Ambos han replicado a la Comisión afirmando que los burócratas de Bruselas no entienden como funciona la fórmula 1 y que los equipos están encantados con los actuales gestores del negocio porque al final se reparten el 47% de los ingresos brutos obtenidos por las retransmisiones. Y han amenazado con sacar al circo de la UE -se habla de incluir en el calendario de 2001 grandes premios en China, Oriente Próximo y alguno más en Suramérica- pese a que la mayoría de los equipos residen en el sur de Inglaterra. Como una primera señal, Ecclestone incluyó este año una carrera en el legendario circuito de Indianapolis y vendió el mes pasado el 37,5% de sus acciones en SLEC Holding, la filial más importante de la FOA, por 712,5 millones de dólares a una compañía norteamericana.

Pero para la defensa de Mosley y Ecclestone quizá sea más importante el boom económico que vive la fórmula 1. Para las grandes marcas y las firmas comerciales el circo ha llegado a ser el mejor escaparate mundial gracias a la televisión. Construir y desarrollar un motor puede costar 65 millones de dólares y mantenerlo en pista una temporada supera los 300 millones y, pese a ello, este año se han sumado al circo tres marcas legendarias BMW, Honda y Jaguar y nuevos patrocinadores. Además, Toyota prepara un equipo para 2002; Michelín volverá en 2001 y se rumorea que Volkswagen, a través de Audi o Lamborghini, lo estudia.

¿La razón? Adquirir reputación. Baste un dato: Mercedes ha subido las ventas de sus coches plateados más de un 15% desde que participa en el circo.

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