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Espiar al empleado

Luis Gómez

"¿En las empresas donde ha trabajado ha tenido alguna responsabilidad sindical?", "¿Ha formado alguna vez parte de un piquete?", "¿Ha fumado algún porro en los últimos cinco años?", "¿Piensa que hay diferencia entre engañar a un cliente o estafar a la empresa para la que trabaja?" No es un interrogatorio cualquiera, es una batería de preguntas destinadas a un trabajador que va a ser contratado por una empresa. Un par de maniquíes de tamaño natural en el interior de un escaparate recrean la escena: el uso de un polígrafo, comúnmente conocido como máquina de la verdad, por parte de un empresario con un empleado. Se vende al precio de 1.300.000 pesetas; aparte queda el coste de mantenimiento y de formación. No es ni más ni menos que una, soprendente eso sí, de las cientos de novedades expuestas en el salón Sicur 2000, dedicado a la seguridad, que se clausuró ayer en el Parque de las Naciones de Madrid.Es la seguridad en el más amplio sentido de la palabra. Seguridad ante incendios, ante accidentes laborales, seguridad nuclear, seguridad ante robos o cualquier otro tipo de delito. Pero, también, seguridad ante el empleado infiel y el competidor. La seguridad privada es un sector en expansión, que genera un volumen de ingresos de 200.000 millones de pesetas, cuenta con cerca de 70.000 vigilantes y 2.817 empresas con licencia, de las cuales están actualmente operativas 889.

La máquina de la verdad no es el único aparato disponible para que un empresario se defienda de la fidelidad de sus empleados, pero sí el más llamativo, el que más espacio ocupa. "Un empresario debe estar seguro de que la persona a la que contrate, además de ser un buen profesional, sea un hombre de fiar. Y tiene derecho a perdirle que pase por el polígrafo, tanto a la hora de firmar contrato como cada seis meses", explica José Antonio Fernández, de la empresa Nitspy, a todo aquel que quiera preguntarle sobre esta novedad.

Fernández defiende el producto con el entusiasmo propio de todo vendedor que se precie y no encuentra problemas en la legalidad de su uso. "Mire usted", dice, "Mario Conde usaba mucho estos sistemas, pero se le olvidó hacerlo con una de sus secretarias y por ahí vinieron sus problemas", explica con rotundidad. El polígrafo tiene un competidor más barato, quizá menos fiable, pero también de un uso más amplio y más discreto: se trata de un programa israelí que permite evaluar, a través de una conversación telefónica, si quien está al otro lado de la línea está probablemente mintiendo. "El programa permite grabar una conversación con un cliente o con un empleado sin que éste lo sepa y analizar la veracidad de la conversación durante o después de la conversación". El programa utiliza unas preguntas de carácter sencillo para evaluar el tono de la respuesta y luego pasar a la conversación realmente interesante. Cuesta medio millón de pesetas, su coste de mantenimiento es más barato que el polígrafo, así como la necesidad de formación de un empleado a la hora de usarlo correctamente.

Por módico precio se puede adquirir un pequeño micrófono que puede ser activado desde un teléfono móvil. Así, desde cualquier parte del mundo, se puede escuchar cuanto se habla en un despacho. Están perfectamente expuestos en muchos expositores aparatos que permiten determinar cuál es el itinerario del trabajador en uno de los coches de la flota de la empresa (e incluso en su coche particular), a qué horas los utiliza, dónde va, dónde se detiene.

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