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¿Y la Declaración de Barcelona? ANTONI GUTIÉRREZ DÍAZ

El inicio de la campaña electoral de Xavier Trias como cabeza de lista de la coalición CiU se ha distinguido por la habilidad con que ha obviado poner en primer plano las reivindicaciones "soberanistas" que articulan la llamada Declaración de Barcelona, así como los compromisos adquiridos con sus dos socios, el PNV y el BNG, compromisos que configuran una tarea común proyectada sobre España y, aun más allá, sobre la Unión Europea, lo que aparentemente los haría especialmente valiosos en una campaña electoral española, reafirmando las alianzas y los compromisos mutuos en la perspectiva de acciones conjuntas poselectorales para luchar por sus objetivos "soberanistas".Llama la atención que un acuerdo tan trabajado y difundido por el hasta ahora secretario general de CDC, Pere Esteve, se vea arrinconado en un periodo electoral para el que parecía destinado como ariete poderoso contra la política centralista del nacionalismo español.

Un hecho de tanta significación no puede atribuirse sólo al estilo personal de Trias, sino que, a mi juicio, ha de tener causas más sólidas que merecen un intento de análisis. Probablemente, una de ellas responde al pragmatismo político, pero otras son de mayor profundidad, hasta el punto de que permiten preguntarse si la llamada Declaración de Barcelona, pese a su estilo ampuloso y algunos silencios históricos irrisorios de la lucha antifranquista, está amenazada de apolillarse en el baúl de los recuerdos.

No hay duda de que, por lo menos en la parte del núcleo dirigente de CiU que ha impuesto su orientación en la campaña electoral al tiempo que intenta hacer olvidar sus compromisos de cuatro años con el PP, lo que les preocupa de cara a la próxima legislatura no son sus alianzas nacionalistas en lucha por el "soberanismo", sino sus futuros compromisos con el poder central, para lo que necesita tamizar sus reivindicaciones y hacerlas digeribles, tal como ha venido haciendo de forma continuada.

Pero más allá de las fintas pragmáticas a que tan acostumbrados nos tienen los hábitos pujolistas, la llamada Declaración de Barcelona parece tener problemas de fondo que ponen en cuestión su solidez. En primer lugar, su probada ineficacia en el ámbito de la Unión Europea, pese a que se le dedica una especial atención en toda su última parte. Al iniciarse la actual legislatura, dos de los representantes del acuerdo, el BNG y el PNV, intentaron formar un grupo en el Parlamento Europeo que recogiera a los diputados de partidos europeos de voluntad nacionalista. Pese a que la posibilidad de formalizarlo dependía en parte de los tres eurodiputados de CiU, entre ellos Pere Esteve, éstos prefirieron adscribirse al Grupo Liberal (los diputados de CDC) y al Grupo Popular (la eurodiputada de UDC), con lo cual los firmantes de la declaración quedaron dispersos, ya que el PNV y el BNG optaron por formar un subgrupo de nacionalistas acogidos técnicamente al grupo de los Verdes. Y, claro está, la presencia de la declaración en la Unión Europea ha quedado en nada.

En segundo lugar, la existencia en Cataluña de la candidatura de la Entesa para el Senado, rompiendo los intentos de monopolio nacional catalán de CiU, abre un nuevo escenario que puede ofrecer al BNG una posibilidad de entenderse con una coalición que va más allá del nacionalismo de centro derecha de CiU y el PNV, y que tiene unos contenidos político-sociales mucho más coincidentes con las propuestas programáticas del BNG, lo que sin duda marca ya de una forma negativa el valor de los acuerdos exclusivamente nacionalistas que encierra la Declaración de Barcelona.

Por último, la ruptura de la tregua por parte de ETA, con los brutales asesinatos que la han seguido; el inequívoco rechazo generalizado que ha provocado, y la actitud espectacularmente negativa y diferenciada de Arzalluz, el líder vasco más ligado a la declaración, hacen difícil imaginar una posición común de los firmantes a la hora de defender la "autodeterminación, siempre desde un planteamiento pacífico y democrático", como se dice textualmente en la declaración.Tal vez una parte no pequeña de la dirección de CDC, pese al refuerzo "soberanista" que ha representado la reciente incorporación de Àngel Colom, no se siente cómoda con los compromisos que se tomaron al firmar la declaración, que además presenta un balance de total ineficacia. Es posible que el silencio actual no sea sólo una táctica electoral y que en el próximo congreso de CDC gravite negativamente sobre quien lo impulsó con tanto entusiasmo como poca fortuna.

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De todas formas, lo que queda evidente una vez más es que CDC utiliza instrumentalmente la defensa de los intereses nacionales de Cataluña impulsando iniciativas aventureras sin contenido, que tarde o temprano la realidad se encarga de desenmascarar.

Antoni Gutiérrez Díaz es miembro de Iniciativa per Catalunya-Verds.

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