Donde están las diferencias
Una vez que el PSOE promete bajar impuestos (aunque no a los mismos) y el PP le copia lo de los dentistas gratis y las habitaciones individuales en los hospitales, ¿no hay diferencia entre izquierda y derecha? Sí la hay. La de siempre, la distinta escala de valores. Puede apreciarse esa diferencia si se examina lo sucedido con los denominados "pelotazos". La diferencia no está en que antes no los hubiera habido. Siempre que la demanda crece exageradamente, se producen enriquecimiento súbitos porque la oferta, al no poder aumentar al mismo ritmo, se convierte en monopolística en el corto plazo y mucho más en aquellos sectores protegidos o con poca competencia. Lo diferente, lo que ha cambiado significativamente en estos últimos años, es la valoración del enriquecimiento. Antes, a los funcionarios y trabajadores que veían crecer sus rentas moderadamente, les quedaba el consuelo de ver en la picota a los que se enriquecían exagerada y rápidamente. Ahora, por el contrario, los que siguen ganando poco dinero (según la última Contabilidad Nacional el salario real medio está disminuyendo en España) se sienten tontos e inútiles, cuando se les explica que los que se enriquecen se lo merecen porque son más listos y gracias a ellos las empresas españolas aumentan de valor. Si alguno dice que le parece mucho que alguien gane 2.000 millones de pesetas, se le dice que es un paleto que no sabe lo que pasa por el mundo.Este énfasis en el éxito individual y en justificar que unos pocos se apropien del crecimiento, es un valor típico de la derecha, frente a la cultura de la izquierda que aprecia más la solidaridad, el reparto del crecimiento. La izquierda cree que sólo se puede asegurar la igualdad de oportunidades entre los hijos de unos y otros cuando se impide que haya una desigualdad excesiva entre los padres. La derecha se cuida de tratar bien al "capital-dinero" (y lo hace, por ejemplo, permitiendo que las rentas de capital paguen el 20% y las del trabajo paguen hasta el 48%). La izquierda se preocupa más por el "capital humano" porque su formación aumenta el crecimiento y sirve para atenuar las desigualdades de la renta y riqueza heredadas (y lo hace, por ejemplo, aumentando las dotaciones para becas).
Los dos sistemas de valores contribuyen a mejorar la economía y, cuando alguno es descuidado, la economía sufre. Si la contribución individual es despreciada, decae el interés en emprender. El capital-dinero es absolutamente necesario para el crecimiento y, si sufre un maltrato relativo, será más difícil y más caro conseguirlo. Pero también se sabe que una desigual distribución del crecimiento acaba perjudicando al mismo, porque el crecimiento en el largo plazo depende menos de la habilidad de unos pocos que de la cantidad de capital humano de que disponga el país. Las desventajas de ignorar estos valores se observan mejor en los casos extremos. Los países comunistas han sido un ejemplo de cómo se puede perjudicar la economía por no dar importancia al éxito individual y a la obtención del lucro privado. En el otro lado, son muchos los países latinoamericanos que, a pesar de haber aplicado políticas ortodoxas, no han visto mejorar su desarrollo debido a que las desigualdades impidieron el crecimiento extensivo del capital humano y a que el malestar social desestabiliza las sociedades y ello perjudica al crecimiento.
En España, aunque estemos lejos de esos extremos, y aunque los programas de los partidos se parezcan en impuestos y en dentistas, existe una diferencia entre ambos sistemas de valores y esta diferente cultura es esencial a la hora de aplicar programas que parecen similares. Ahí están las diferencias, y los próximos cuatro años serán distintos según quien gane. Los electores tienen la oportunidad de elegir entre seguir estimulando el éxito individual y seguir favoreciendo el capital dinero o añadir algo más de solidaridad social e igualdad de oportunidades y favorecer la mejora del capital humano. Ojalá acierten en lo que necesita España.
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