"Soy corredora de fondo y una conquistadora"
"¡Cómo ha cambiado la chica de la Cruz Roja!", exclama Concha Velasco en un suspiro después de posar durante unos minutos para el fotógrafo. Desde aquella película de 1958, cuando España comenzaba a salir del hambre y de la miseria de la posguerra, Concha -entonces Conchita- Velasco ha trazado una carrera como actriz que la ha visto desfilar por los escenarios de los teatros, los platós del cine y de la televisión o las bambalinas del musical. En cuatro décadas, esta vallisoletana nacida en 1939 ha trabajado a las órdenes de los mejores directores de teatro o de cine y ha recibido innumerables premios por sus interpretaciones. "Siempre me he planteado mi trayectoria como una carrera de fondo, y eso me ha permitido conquistar a mucha gente para trabajar a sus órdenes. Soy corredora de fondo y una conquistadora, y además me considero una actriz vocacional. Sólo concibo la vida como actriz".Concha Velasco se recuperaba ayer del susto del martes por la noche, cuando una parte del decorado de la entrega de los premios de la revista Fotogramas se desplomó sobre el escenario. Varios actores posaban en ese momento para los fotógrafos y fueron alcanzados por cascotes de yeso y de cartón piedra. La actriz muestra un hematoma junto al hombro, que, sin embargo, no le impedirá representar a partir de mañana, en el madrileño teatro Fígaro, Las manzanas del viernes, de Antonio Gala, una obra estrenada en Bilbao el pasado mes de octubre y que después ha viajado por Zaragoza, Valencia y Sevilla, entre otras ciudades.
"Yo le debo mucho a san Antonio Gala", comenta la artista, "y lo que ha escrito ahora es una tragedia moderna, real más que realista, sobre el mundo de hoy. Es difícil escribir teatro, porque, si nos fijamos con atención en la cartelera madrileña, la mayoría de montajes son reposiciones. Mi papel resulta difícil de abordar, porque se trata de una tragedia contenida, no de un drama de tirarse por el suelo. Por ello he de mantener la elegancia y la sobriedad en todo momento". Declara Concha Velasco una admiración sin fisuras por Antonio Gala, a quien defiende a capa y espada y con el que colabora desde que el dramaturgo escribiera para ella Las cítaras colgadas de los árboles. "Cuando alguien", explica la actriz, "cultiva tantos géneros como Gala y con tanto éxito, algo tenemos que decir que hace mal. Pero su literatura me ha gustado siempre".
Concha Velasco se alegra de que la tendencia del teatro vuelva a orientarse hacia el texto. "Hemos regresado a la esencia; es decir, a un texto y a unos actores. Estoy convencida de que mi solidez como actriz se la debo a mi vocación por el teatro. Nunca he abandonado las tablas, una actividad más agotadora y sin duda menos rentable que el cine o la televisión. Pero mi modelo han sido los grandes actores estadounidenses o británicos que cada cierto tiempo dedican una temporada a representar obras teatrales. En aquellos países no valoran a un actor hasta que no ha triunfado en el teatro, mientras en España ocurre con frecuencia el fenómeno contrario".
Concha Velasco no oculta su disgusto por la política teatral del PP. "Aunque se llenan la boca con sus elogios de la iniciativa privada, los actuales dirigentes políticos no apoyan a los empresarios de teatro, a diferencia de su respaldo a la producción cinematográfica. Se lo he dicho al presidente Aznar y a los responsables de cultura en todas las oportunidades que he tenido. El PP no ha protegido la empresa privada, que es la que sostiene el teatro".
Hace ejercicio todos los días, se cuida mucho la voz, pese a ser una fumadora empedernida, e intenta estar al día de las novedades cinematográficas o teatrales. Pero Concha Velasco ilumina esos ojos negros que la han hecho famosa cuando advierte que la mejor escuela para una actriz es la vida. Con el estandarte de que una intérprete debe ser una esponja que lo absorba todo, Concha Velasco relata una anécdota de sus 15 años: "Mi profesor de ballet de entonces me anunció que nunca podría bailar la muerte del cisne hasta que no tuviera 30 años por lo menos, hasta que no hubiera amado, tenido hijos y sufrido amarguras y alegrías. Con el paso del tiempo he comprobado que mi profesor tenía razón".
Actriz indispensable de las comedias españolas de los años cincuenta y sesenta, chica yeyé indiscutible, Concha Velasco supo evolucionar para convertirse ya en los setenta en la protagonista de películas como Tormento y Pim pam pum, fuego, bajo la dirección de Pedro Olea -uno de sus realizadores favoritos-, para encarnar papeles como Teresa de Jesús en televisión o para asumir retos teatrales como Mata Hari o Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? Nunca se ha conformado con tocar un solo palo y, fiel a su lema de Mamá, quiero ser artista, la Velasco ha concebido la profesión en su totalidad. Ha cantado, bailado, interpretado comedias y dramas, presentado programas de televisión y gestionado salas teatrales. Y todo ello sin perder la sonrisa.
"¿Que de dónde saco tanta vitalidad? Pues, afortunadamente, tengo muy buena salud, me preparo a conciencia para mi trabajo y, sobre todo, amo la vida y mi profesión". Quizá habría que apostillar que para Concha Velasco su profesión es su vida, y a la inversa. En un momento de la conversación se le escapa esta reflexión: "Si hubiera sido tan decidida y tan firme en mis convicciones en la vida personal como en la profesional, otro gallo hubiera cantado". Tras largas relaciones sentimentales con el director José Luis Sáenz de Heredia y con el actor Juan Diego, Concha Velasco se casó en 1977 con el productor Francisco Marsó y tiene dos hijos.
Después de haber vivido muchas vidas en la ficción y haberse entregado a fondo en cada ocasión -"yo no juzgo a mis personajes, sencillamente los amo"-, Concha Velasco confiesa un cierto vértigo por la dificultad de encontrar buenos papeles a la altura de sus 60 años. "No es en absoluto una cuestión de vanidad, sino de ilusión, de mantener viva la ilusión. En definitiva, me tocará conquistar de nuevo a los directores o a los autores. Como he hecho siempre, por otra parte. Ahora bien, lo cierto es que no me puedo quejar, porque mis últimos 10 o 15 años como actriz han sido los más fructíferos".
Entre sus personajes recientes en cine, Concha Velasco destaca la madura burguesa de Más allá del jardín y la enloquecida boticaria de París-Tombuctú. Trabajar con Luis García Berlanga era un sueño largamente acariciado por la actriz, que considera al cineasta valenciano uno de sus directores de cabecera. "Ha sido una experiencia maravillosa, porque conozco pocas obras cinematográficas más comprometidas, anárquicas y demoledoras que las de Berlanga. En realidad, París-Tombuctú representó un estremecedor desnudo de Berlanga como creador y como persona. Del amor hacia él he pasado a una auténtica devoción. Lo único que lamento es que la película haya permanecido poco tiempo en cartel, y lo atribuyo a ese enfoque corrosivo que no deja títere con cabeza. Aunque a él no le gustan las comparaciones, durante el rodaje le dije que su forma de dirigir me recordaba aquella sentencia de John Ford de 'yo no dirijo a mis actores, los elijo".
Llena de proyectos en la cabeza, con unas ganas de vivir contagiosas y enamorada de su profesión, Concha Velasco mantiene intactas sus dotes de seducción, y cuando el fotógrafo se dispone a apretar el clic cruza unas piernas que ya son leyenda y le espeta entre la coquetería y el juego: "No se me dan bien las cámaras, pero voy a intentar conquistarte".
Babelia
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