El cerco a la abstención
Están por ver los efectos electorales que provocará en Guipúzcoa la apuesta por la abstención de Euskal Herritarrok (EH). Es ahí donde estriba uno de los alicientes de estos comicios. La estrategia de la coalición abertzale, si se analizan sus consecuencias en términos numéricos, tiene un contenido perverso, más acentuado en Guipúzcoa que en ningún otro territorio, pues la sola suma de los ciudadanos que suelen prescindir de votar en las elecciones generales más aquellos simpatizantes de EH que no irán a las urnas arroja un dato muy revelador: hace cuatro años sólo habría votado el 50,75% del censo electoral.La batalla que se libra en Guipúzcoa, visto así, además de conocer el signo político de los seis diputados y los cuatro senadores, dirimirá también la conducta de la abstención, si ésta se acercará o no de la mayoría absoluta. Un fenómeno similar no conoce precedentes desde el referéndum constitucional de 1978, en el que la participación se situó en esta provincia en el 43,43%, un punto inferior que en el conjunto del País Vasco.
En las últimas consultas, cuando los ciudadanos fueron llamados a renovar el Congreso y el Senado, el abstencionismo ha fluctuado entre el 30% y el 34% -salvo en 1982 y 1977, que alcanzó el 22% y 23%, respectivamente-, siempre con una incidencia más pronunciada que en comicios autonómicos o locales. El peso específico de EH, lejos del 23,16% de los sufragios obtenidos en 1986 -su techo en unas generales-, se redujo notablemente hace cuatro años, cuando celebraron como un triunfo ser terceros en Guipúzcoa con el 18,82% de los votos. Ahora bien, entre 1986 y 1993, la suma de los votos de EH y la abstención sobrepasaba la mayoría absoluta.
Urnas vacías
Todas las fuerzas políticas han reparado en las consecuencias políticas que entrañaría esta operación matemática; por eso se afanan tanto en lanzar sus dardos contra los efectos nocivos de inhibirse en estas elecciones. Sin embargo, la idiosincrasia del territorio guipuzcoano abona esta posibilidad. En aquellos municipios donde todos los vecinos se conocen -de 88 localidades, sólo 19 tienen más de 10.000 habitantes- quienes acudan a las urnas quedarán señalados como no votantes de EH. Ahí radica el efecto perverso de la incitación a la abstención, según se atreven a señalar algunos dirigentes políticos. Puede suceder que las urnas se devuelvan vacías en pueblos como Orexa, Aizarnazabal, Elduaien, Leaburu o Lizartza, todos en el área lindante a Tolosa y con menos de 540 censados. En las municipales de junio pasado, todas las papeletas depositadas en estos municipios llevaban las siglas de la marca electoral de HB.
No obstante, hay quienes sostienen la teoría contraria y lanzan la siguiente interrogante: cuántos ciudadanos que no pisan un colegio electoral harán el 12-M uso del voto para que su actitud no sea capitalizada por los abertzales. Este castigo puede mitigar el muy probable aumento de la abstención.
El 12 de marzo deja para la sorpresa el resultado de la abstención. Por lo demás, el electorado de Guipúzcoa ha tenido un comportamiento bastente uniforme en las anteriores disputas para el Congreso y el Senado. Desde 1989, los socialistas han dominado estos comicios con holgura y mantenido su primacía con dos diputados en Madrid, aunque el PNV y el Partido Popular le han ido recortando la distancia en las tres últimas convocatorias.
El salto más espectacular lo han experimentado los populares, que de 24.638 votantes en 1989 pasaron a 56.651 en el plazo de siete años. Los peneuvistas, que a diferencia de las municipales esta vez concurren sin la compañía de EA, se han beneficiado del efecto comunicante entre estas dos formaciones, de tal suerte que al mismo tiempo que engordaba la cuota electoral de la primera menguaba la de la segunda. IU, que amplió en 11.000 su respaldo en 1996, concurre con la esperanza de obtener un escaño, justo el que desprecia EH.
Los dos partidos nacionalistas e IU están proclamando a los cuatro costados las ventajas del voto útil, en un intento descarnado por atraerse la confianza del electorado menos sumiso de HB. Ahí existe un 10% -unas 7.000 personas- que los analistas observan como susceptibles de ir a las urnas. Los constitucionalistas, por su parte, lanzan el anzuelo a la masa indecisa, calculada en un 2% de la población, ese voto volátil que cae de uno u otro lado durante las campañas electorales. No obstante, de siempre existe una proporción de voto fijo, que permanece inmune a la coyuntura política y social.
Los únicos argumentos esgrimidos hasta la fecha por los candidatos en sus mensajes tienen que ver con el autogobierno desde el flanco nacionalista, y con el peligro que encierra el Pacto de Lizarra desde el bando contrario. El doble asesinato de Vitoria ha abocado al debate electoral hacia la senda del enfrentamiento político más que programática. Abundan los titulares ofensivos y escasea la explicación de las promesas. Es el reflejo del aguda enfrentamiento partidista y de la crispación civil existentes.
Para el Senado, el PSE-EE parte con ventaja sobre el resto, a pesar de que esta vez prescinde de un carismático como Mario Onaindia, que representaba el ala más vasquista de du partido. El cuarto senador recaerá en la segunda fuerza, casi con toda probabilidad el PNV.
El cartel se repite
Los principales partidos concurrentes el 12-M han colocado como cabezas de lista en Guipúzcoa a los mismos candidatos que en 1996. El histórico socialista y ex ministro de Justicia Enrique Múgica, el más votado hace cuatro años, es diputado por esta provincia desde 1977. El peneuvista Joxe Juan González de Txabarri, que antes de ocupar en 1993 su escaño en el Congreso fue director de Habe (Instituto de Alfabetización de Adultos), aspira a cumplir su tercera legislatura.Otro tanto sucede con el popular José Eugenio Azpíroz, experto laboralista, distinguido por su talante conciliador y en la actualidad vicepresidente primero de la Comisión de Política Social y Empleo. También es abogada la candidata de EA Begoña Lasagabaster, que en los últimos cuatro años ha dejado constancia de su tenacidad parlamentaria al trabajar en solitario. Otra histórica de la política, aunque su nombre no haya trascendido tanto, es Isabel López Aulestia, la número uno de Izquierda Unida y militante del PCE.
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